—¿Ya firmó? —dijo sonriendo mientras miraba los papeles tirados.
Sin decir nada me retiré de la casa, hacía un frío de mierda. Hubiera querido que Hanji viniera y me pusiera sus tantos abrigos. Caminé rápidamente a la clínica, no quería que se fuera, no lo quería. Desesperado empecé a correr, aun la amo y no quiero dejarla.
Cuando llegué, pregunté por la habitación donde se encontraba. Me preocupaba Mikasa también, pero sabía que estaría con mi madre. Los sábados siempre dormía en la casa de su abuela para la pijamada con sus primos.
Corrí hasta la habitación 154, mi corazón estaba acelerado. Al llegar mi mano temblaba en el picaporte. Suspiré y la abrí.
Adentro se encontraba ella con un montón de aparatos. Con tan solo verla así mi corazón se encogió, el dolor era agonizante. Parecía un cadáver que se movía solo para respirar aunque eran respiraciones pausadas y obligadas por la máquina. Quise acercarme a tocar su pálida mano pero una voz me detuvo.
—Señor Ackerman —dijo un joven doctor desde la puerta.
— ¿Sí? —preguntÉ secando leves rastros de lágrimas.
—Mi nombre es Grisha Jaeger, queremos saber su decisión, si firmará para la desconexión de la señora Ackerman, una enfermera lo enviará a mi oficina. Normalmente los médicos de terapia intensiva actúan y deciden estas cosas-comentó acercándose.
— ¿No tiene oportunidad de vida? —pregunté con temblor, quería una respuesta positiva.
—No, lo siento —dijo con preocupación.
—Tsk, mierda —dije poniendo mis manos en mi cintura.
¿Qué hago? No quiero dejarla morir, es el amor de mi vida. Pero... La he perdido desde que la traté mal. Ella nunca hubiera querido depender de una estúpida máquina, era hora de... dejarla ir. Mi egoísmo no la hará sufrir nuevamente.
No me había dado cuenta que el médico se había retirado de la habitación, con una mano moví mis cabellos hacia atrás; todo esto me estresaba.
Una efímera caricia se hizo presente en mi mano, con rapidez agarre suave su mano para besarle los nudillos.
Pensaba que era verdad, creía que ella me había tocado la mano. Pero para mí mala suerte no, simplemente me había acercado demasiado y eso produjo el roce.
Le proporcioné un cálido beso en la frente, su rostro, que con anterioridad emanaba vida y felicidad, ahora solamente estaba pálido, con un tubo en su cavidad bucal que la conectaba a una máquina.
Miré unas anotaciones que se encontraban en una pequeña mesa a su izquierda.
—Infarto miocardio reiteradas veces en el quirófano —Leí apretando mis puños, era tan ingenuo que pensé que eso calmaría el dolor del pecho—; fallo renal...
No quise leer más, debía dejarla de hacer sufrir.
Le brindé un último beso a sus nudillos y me retiré de la habitación. El hospital se me hacía tan grande que los pasillos parecían conductos hacia el mismo infierno.
En medio del camino, agarré del brazo a una joven enfermera. Debí haber tenido un semblante horrible ya que me miró como si hubiera salido del manicomio.
— ¿Me podría decir dónde se encuentra el doctor Jaeger? —Era lo único que pude preguntar, las palabras se me mezclaban que terminaba hablando incoherencias.
Con un asentimiento mínimo de parte de la fémina, señaló una puerta frente a nosotros.
El cartel decía el nombre y apellido del doctor. Por un momento me sentí patético, agradecí la información para tocar la puerta.
Al abrirse, se encontraba el doctor y en su escritorio el papel de la muerte.
Suspiré para sentarme y agarrar el bolígrafo con temblor.
Todo se volvió silencio a mi alrededor, solamente era yo y el destino de mi ex esposa. Al apoyar la punta del lapicero, abrieron de golpe la puerta de madera.
—Doctor —dijo agitada una enfermera, ambos miramos hacia donde se encontraba—; la paciente del 154...
El bolígrafo cayó de mis manos, ¿Era eso cierto? Mi respiración aceleró, la mujer que me apoyo, dedico su tiempo a mí, aunque la hubiera jodido en el matrimonio, no se separó de mí lado, ella...
—Su corazón se detuvo sin necesidad de la desconexión.
Fue lo que mis oídos escucharon.
Ella... ¿Murió?...
Fin.
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Hugs ❥ʟᴇᴠɪʜᴀɴ
Fanfic┇HUGHS┇ ❝¿Qué necesitas para darte cuenta qué es lo que amas?❞ A veces los abrazos no son suficientes, pero si necesarios para mantenernos en pie. Otras veces son como dagas, que entran en nuestro corazón sin piedad al recordarlos. Solo tendrán que...