Cumpleaños número dieciséis, su madre le estaba regalando un auto en medio de una ostentosa reunión social que Gabriela ni siquiera había querido tener rondando cada rincón de su casa, con música de ascensor, mujeres solteronas forradas hasta las rodillas con vestidos de seda y esas sonrisas que decían "todo está bien conmigo", mirando con recelo a los matrimonios felices, que para satisfacción de su envía, estaban también al borde del colapso. Todos allí presentes eran compañeros de trabajo y amigos de negocios de su madre, ni siquiera algún familiar se asomaba a ser parte de la lista de invitados, su madre que se crio en el seno de un hogar adoptivo en el que al parecer ella era el miembro más activo, independiente y solitario, y la familia por parte de su padre, que dos años tras su muerte perdieron por completo el interés en esa mujer viuda antipática, y su hija que apenas observaba cuando se le dirigía la palabra, ambas sumidas en un intenso e inmutable dolor, una pareja caótica de cuyas vidas nadie quiere ser parte al menos que el asunto del dinero entrase en discusión.
Saludos, abrazos, sacudidas de manos, el rostro entumecido por el esfuerzo de una sonrisa, aunque leve, demasiado fingida. Gabriela debatía entre seguir con el acto o simplemente arrojarse en una esquina y reposar el cansancio. En su cabeza retumbaba con agudeza el sonido de las copas siendo servidas, el golpeteo de los tacones sobre el suelo, el ruido de platos en la cocina; todo amplificado al nivel de Animals de Martin Garrix en el concierto de la noche anterior, en medio de la cuál bebió por veinteava vez de la pequeña copa verde de aguardiente antioqueño.
Detuvo a uno de los meseros vestido con un ridículo traje violeta y tomo dos copas de agua de su bandeja, ocultándose tras la puerta de cristal a sus espaldas bebió hasta el último sorbo sin poder controlar el punzante dolor en la cabeza, y para colmo llegaba la hora del postre, sin duda su madre sospecharía que algo andaba mal si no comía del exquisito flan de ciruela que tanto le gustaba, con disgusto tendría que sumarle al dolor de cabeza las nauseas por el dulce.
Todo en si era tortuoso, solo habría una forma en la que pudiese sobrellevarlo de la mejor manera, pero Iliana no estaba, tenía que descansar y no vendría a ver a su amiga sino hasta el llegar de la noche, cuando darían una vuelta en su nuevo carro de último modelo para luego hacer lo que siempre hacían, rondar por los parqueaderos vacios riendo de todo, ahora con ayuda del alcohol, que desde aquella ocasión endulzada en vino blanco se había convertido en parte de la tradición.
¿Amigos? Yo no tengo amigos pensaba Gabriela ante la repentina pregunta de una amiga de su madre respecto a sus amistades. Bastante tiempo llevaba sin tildar a alguien con ese título, sin contar a Iliana por supuesto, que ahora más que eso era una hermana. Con exagerada delicadeza en sus delgadas manos manchadas por el pasar del tiempo, la mujer sujetaba una copa de agua, por encima de la cuál observaba a Ela con ese molesto alarde de superioridad. -Deberías ser más comunicativa, así tal vez tendrías más amistades y no estaría llena la sala de adultos mayores ¿verdad? – decía, para después estallar en una carcajada sellada por una expresión de melancolía, quizá producto de esa crisis de la mediana edad. - ¿Y tienes novio? – volvía a atacar.
-No, no tengo.- Respondía Gabriela cortante.
-Y no hay algún muchacho que te cause, ya sabes, curiosidad.
-No, ninguno.-
-¿Y no te gustaría tener uno? Ya sabes, enamorarte, casarte, tener tus hijos...
- No, no me gustaría.- interrumpió Ela rápidamente al notar lo incómodo que se tornaba el imaginario de aquella mujer desconocida hasta ahora para ella.
- ¿Acaso, y perdóname si me equivoco, no te gustan los hombres? – preguntaba ahora con escándalo en la mirada, bajando por fin la copa a una altura prudente del cuerpo.
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ANÁFORA
Teen FictionTras el susurro de una canción de cuna bajo la luz de la luna, un cuerpo joven de al menos un metro setenta de estatura se tiende en el frío suelo con la mirada fija en el blanco techo de una habitación vacía. ¿Soy o no soy? Soy el silencio de la m...