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Tracy

Hoy día es martes pero parece viernes. Estoy muy agotada y ni ganas tengo de comer ya que no tengo fuerzas para bajar a la primera planta.
La pizzería hoy día estuvo completamente llena y salí más tarde de lo normal. No crucé palabra con Chad porque al parecer al señorito no le dio ganas de ir a trabajar.Ya lo veía venir, el chico popular puede hacer lo que le plazca, ¿verdad?
En Williams no vi a Megan por ningún lado y a su antipático novio tampoco.

- Tracy, te están llamando!-grita mi hermana desde el primer piso. Deberíamos tener un teléfono en el segundo piso...

Bajo las escaleras lentamente y al llegar a la sala veo la cara de pocos amigos que tiene mi hermana.

-Que amigos mas espesos te consigues-ruedo los ojos y ella se va a la cocina. Se forma una gran sonrisa en mi rostro por recibir la llamada de Megan,pensaba que nunca más me iba a hablar.

-¿Hola Megan?-digo sentandome en el sillón que está al lado del teléfono.

- ¿Megan?, soy Chad sonsa-trago saliva.

-¿Chad?-digo nerviosa- ¿le pasó algo a Megan?-digo pensando lo peor.

-quiere que le pases los apuntes de las clases de hoy- mi cuerpo se relaja por un momento. Pero a los segundos otra vez se tensa ya que Chad es el que me está hablando y no quien yo esperaba.

- oh, claro.¿ Ella vendrá o yo voy a su casa?-le pregunto rapidamente. Escucho como Chad corta la llamada. Suspiro. Megan no me querrá ver ni en pintura.

-sal de ahí, voy a llamar a Matthew-dijo Bethany cogiendo el teléfono. Matthew es su amigo desde que ella entró al kinder,nunca se separan y cuando eran más pequeños siempre me echaban la culpa a mí de todas sus travesuras.

-mandale saludos a él-digo subiendo al segundo piso. Al entrar a mi habitación me tiro en mi cama y agarro mi libro que está en mi mesa de noche junto a la pequeña lámpara y mis pastillas.

Al abrir el libro lo primero que hago es dar un gran respiro para que el olor tan peculiar que emergen de las hojas lleguen a mis fosas nasales. Sonará raro pero sinceramente ese es uno de los olores que más amo. Busco el separador para ver en que página me quedé y leer.

...

-¿Que?-dije tallandome los ojos mientras me siento en mi cama.

-alguien está abajo esperándote-dijo mi mamá con sus manos en mis hombros.

-¿ quién?- pregunté bostezando.

-no sé hija,sólo baja-dice mi madre dejando mi libro en la mesa de noche.

Me levanto pesadamente y me pongo lentamente mis pantuflas de oso panda. Realmente son cómodas aunque ya me quedan pequeñas las amo con toda mi vida. Me hago un moño y abro la puerta para ir al primer piso. Bajo las escaleras rápidamente pero al ver quién está sentado en el sillón que tengo en mi sala me detengo y empiezo a subir a mi habitación.

-¿Que crees que haces?- me pregunta por lo que paro en seco y volteo lentamente- ¿qué te ocurre? ¿ así recibes a tus invitados acaso?-dice negando con la cabeza. Yo arrugo mi frente y mis cachetes se tiñen de un color rojo. ¿ viene a mi casa para seguir molestando? ¿ es acaso tan sonso?

- ¿ qué haces acá?-le pregunto de mala gana y haciéndome la que no le importa aunque por dentro estoy muriendome de miedo. ¿ y si atrás suyo hay una bolsa como la de las películas para raptarme y tirarme al río? Eso no está tan fuera de la realidad ya que si me molesta tanto será porque le caigo mal.

- vengo por los apuntes para Megan-dice parandose y agachando un poco su cabeza para poder verme ya que soy un poco más baja que él. Hace una mueca y me mira- ¿esos son osos panda?- me pregunta mirando a mis viejos amigos.

-iré por los apuntes-dije sonrojandome un poco y subiendo las escaleras rápidamente. Entro a mi habitación y saco mis cuadernos de ahí. Bajo las escaleras y veo que Chad está viendo algunas fotos que yo tenía con mi abuela, mi hermana y mis padres-aquí están los apuntes-le digo y al parecer él se sorprende.

-gracias-me dice asistiendo con la cabeza y dirigiéndose hacia la puerta.

-hey,¿ porqué Megan no fue a clases?-le pregunto mirándolo. Sus ojos azules se posan en los míos, sus labios rojos se abren lentamente y luego los cierra-¿ me vas a responder?-le pregunto divertida.

- ella está mal, ayer hizo fiebre y...ya sabes, está pésimo-dijo sobando sus manos en sus jeans.

-¿puedo ir contigo?-le pregunto. Él abre un poco más sus ojos y asiente lentamente. Yo camino hacia la puerta y cojo un abrigo del perchero, me lo pongo y saco las llaves. Él abre la puerta y yo salgo cerrandola detrás mío. Al salir siento el aire frío chocar con mi cuerpo haciendo que este se estremesca. Camino hacia la parada de bus y me detengo ahí para esperar-¿no te cambiaras esos osos?-me pregunta con su típica sonrisa. Yo miro a mis queridos amigos y me sonrojo levemente. ¿ Cómo no me di cuenta que mis suaves amigos estaban todavía acompañandome?

-no, yo quería así que no me los cambiaré-dije segura de mí misma para que él no piense que me había olvidado. Eso hubiera sido muy vergonzoso...bueno, esto es vergonzoso pero eso sería el doble de vergonzoso.

-Bueno, si tu dices-dice mirándome divertido- es este-me dice al ver el bus rojo que se acerca a nosotros. Los dos subimos y él pasa su tarjeta para poder pasar y es ahí cuando me doy cuenta que dejé mi tarjeta en mi casa.

-hey niña, no tengo todo el tiempo para esperarte, ¿te apuras o te bajas?-dice el gordo señor del bus mirándome. Siento mis mejillas arder y bajo la vista un poco. Escucho un gruñido de uno de los pasajeros siento cómo alguien me jala del brazo haciéndome perder un poco el equilibrio y haciéndome caminar hacia un de los asientos.

Mi trasero choca fuertemente con el asiento y hace que me empiece a doler un poco. Frunso en ceño levemente y al levantar la vista veo miles de casas pasar.

-¿contenta?-me dice una voz a mi lado. Me doy la vuelta y me encuentro con su cara angelical. Espero que quede claro que lo que acabo de decir es sarcasmo-ahora me quedé sin un pase. Perfecto.

- Me olvidé mi tarjeta en mi casa-le dije un poco enojada-además es tu tarjeta y tu decides que hacer con ella, hubieras dejado que me baje en vez de gastar un pase en mí-digo con los cachetes rojos de la furia. Este chico me ha estado molestando mucho y ya está haciendo que la paciencia se me agote. Me cruzo de brazos y miro a la ventana; el cielo se ilumina rápidamente y luego vuelve a ser el oscuro de antes, las gotas chocan con la ventana haciendo que este momento se vuelva deprimente. Pongo uno de mis dedos en el cristal y dibujo una cara enojada en este. Luego dibujo una cara feliz al lado de la anterior y suspiro.

Veo una mano acercarse a mi pequeña obra de arte que parece hecha por un niño de primaria. Al parecer también dibuja algo.

DemonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora