1 || Los chicos de mi edad

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No he visto a mi ex desde que terminamos, quizá porque se negó a crecer, así que ahora estoy en la calle vistiendo esa clase de escoté que él odiaba verme así por la calle “de mal gusto” y hasta “corriente” llegó a llamarme, claro siempre que fuera en público, en su habitación siempre era “gatito”. Aun que debe ser mi culpa, él era como los demás, un  niño muy lindo, pero precoz.

Esta noche  se ostentaba una gran fiesta, después de tanta laca en el cabello y una difícil decisión sobre cual chaqueta llevar, estaba retrasado para la hora de llegada.

Podrás creer que es muy fácil, arreglarse, llegar al lugar, hacerle unos ojos bonitos y quizá un pequeño trabajo al que cuida la puerta, pero no, entrar esa clase de fiesta era todo un embrollo, uno debía hacerse paso por un sinuoso camino, hablar con un tal señor de no sé qué, conocer a un par de personas ahí, hacer algunos favores a ciertos políticos. En fin, una cosa bastante exclusiva, solo la elite de la elite de Rusia se encontraba en esas fiestas.

Mila me llamó, como siempre, a ella también se le había hecho tarde, así que estaba bien, pasaría por mí en la avenida y de ahí nos iríamos a la fiesta.

Ella; una modelo muy hermosa y talentosa,  era la esposa del director de alguna compañía importante, uno de esos matrimonios de arreglos por conveniencia. El hombre tenía amantes en cada distrito de Moscú, así que ella aprovechaba para gastar la absurda fortuna de su marido en fiesta, limosinas y cristales swarovski hasta en sus pestañas.

Al fin llegó, un minuto más y me habría convertido en un hombre de nieve, la puerta se abre y subo

— ¡Yuri! Radiante como siempre.

— Mila, tan perra como siempre.

Ella soltó una carcajada y me dio una palmada en el hombro, yo también me solté a reír.

— Ay bebe, no seas malo, solo porque esperaste un poco.

— Estas loca, vieja. Casi me congelo ahí. Hubieras llegado a la Fiesta con la escultura de hielo en vez de con tu invitado estrella. — solté alardeando de una forma que ya es casi natural en mí y de nuevo ella rio.

Un par de cuadras antes de llegar al salón, ella me entregó un antifaz de medió rostro.

— ¿Estampado de tigre?

— Sí, me recordó a esa chaqueta que siempre usas ¿Te gusta?

Me lo coloqué — ¿No es un poco anticuado ya?

— ¡¿Qué dices?! Claro que no, hace poco lo usé yo.

— Entonces si es súper viejo — le dije con una sonrisa picara.

Bajamos de la limosina y al entrar alguien tomó nuestros abrigos, ajusté mi camisa, esta noche espero llamar la atención de alguien mayor.

Nos reunimos con algunos amigos de Mila, después de charlar y ya estando todos juntos, tomamos algunos tragos.
Un chico de cabello negro alagaba mi cabello y lo realmente bello que era, mientras sonreía, es lindo, pero quizá puedo conseguir algo mejor.

Aun que todos llevan mascara, es más una sensación de falsa seguridad, es fácil reconocer a esas personas, algunos políticos, un famoso actor, varios cantantes, futbolistas y otros deportistas, muchos otros nunca los había visto pero deben ser jodidamente ricos.

Después de un par de bebidas y unas cuantas invitaciones para ir a “charlar a solas, al fondo” las cuales me he dado el lujo de rechazar, Mila se acerca a mí y me susurra – Ojos azules, patinador olímpico, a tu derecha.

Doy una mirada sobre mi hombro derecho de forma ligera, y mis ojos se cruzan con los de un hombre extremadamente apuesto, de porte sumamente perfecto, ojos afilados, labios redondos, cabello plateado.

— Nikiforov, Viktor Nikiforov. —Escucho que Mila me susurra antes de que él se acerque.

Siento que se me suben los tragos, pero aun así camino hacia él, es justo lo que buscaba, él se acerca a mí y me desarma con su sonrisa.

— Hola, Soy Vik-

— Viktor Nikiforov — le interrumpo antes de que termine la frase, él suelta una melódica risa.

— Veo que sabes quién soy.

Yo asiento con la cabeza, avergonzado, en realidad es la primera vez que lo conozco, aunque me suena familiar.

Charlamos un largo rato, me di cuenta que había muchas diferencias entre nosotros, no solo por nuestra edad, (Viktor tenia 30 y yo apenas 20), si no todo en él era un manifiesto a la elegancia, cual invierno ruso, hermoso y embriagante.

Quería aprender más de él, así que salimos a uno de los balcones, para fumar un par de cigarrillos, nunca he sido bueno en ello, además me sigue disgustando la sensación del humo por mi garganta, así qué mientras el calaba uno tras otro yo solo jugaba con el mismo, Viktor lo notó y no me ofreció más.

El cielo estaba despejado esa noche, podría jurar que la luna se había asomado solo para poder acariciar los cabellos de Viktor, pues en ese preciso instante hasta la mismísima muerte se abría detenido a contemplarle.

Hablamos de café y pasta, de música y teatro, pintura y cenas europeas, moda y vinos añejos, jamás de nuestros trabajos, de nuestra vida o de nuestra familia, esas eran las reglas de este mundillo. Un lugar donde un muchacho de los barrios bajos y de familia humilde, solo con una cara y cuerpo bonito, un par de sacos de Versalles y un buen trato, podía fingir ser quien quiera y podía engancharse a cualquier millonario que le pagara el alquiler .

Viktor apoyó su manó en mi hombro, dejó salir de su boca la última estela de humo, sonreí, me acerque un poco más a él y entonces nuestros labios se conocieron, él sabía a tabaco y espero que no haya notado mi lipstick  barato, después de conocer el sabor de tantos chanel de sus mujeres

Sus manos me rodean y puedo adivinar la insatisfacción en su mirada, esta noche el  cazador se convierte en la presa, él me sostiene de una manera que nadie me había hecho sentir antes, me hace olvidar de todo, me hacer querer ser suyo y podría renegar a ello, pero prefiero pensarlo como lo que llaman amor a primera vista.

Porque quizá más en el fondo de mí, espero que él sea más que otro de los hombres con los que me quedo con su dinero y los dejó cuando me aburren, los chicos de mi edad no saben cómo tratarme, no saben cómo tocarme, como amarme bien, como hacer que me quede.

Así que esta noche, apenas dejando un recado con alguien para que le avise a Mila que me iré por mi cuenta, me montó en el panamera plateado de Viktor y me olvido de todo lo demás al pasar la noche en su cama, enredado en sus brazos, embriagado por sus labios.

El amanecer en su penhouse es solitario, unicamente me encuentro con una nota en la mesa de noche “Vuelvo a las 10”

Maldición, no era mi intención enamorarme esta noche.

Innocence || FinalizadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora