Hablamos. No sé de qué hablamos pero hablamos y en algún punto de la conversación empieza a reventarse. De un momento a otro todo está por el suelo. He dicho algo que no debería y ya no puedo recogerlo. Está hecho. Sólo queda castigarme porque me resulta demasiado difícil lidiar con ello.
Me hiero. Pasa un día y te lo digo. Estoy tocando fondo, arrastrándome y esquivando baches. Entonces me rezo a mí misma:
"Vamos, ríete de lo que me he hecho. Venga, hazlo porque no te voy a poder mirar. Disfruta de mi dolor, de la ansiedad, de las heridas... Venga, no es complicado, sabes de sobra que me odio y que no quiero seguir. Y por favor, sobretodo ríete de esto porque no quiero llorar"
Ahora es cuando cierro los ojos. Después de decirme esto, de decírtelo a ti sin palabras como si me hubieses oído, empiezo y me rompe por dentro...
Entonces te enfadas, y te vas, y cuando vuelves quieres saltar porque no te he dicho nada sobre nada. O simplemente lo que te he dicho te ha herido. Tel vez eso sea lo único que entienda. No debería haberme hecho daño...