¿Quieres jugar conmigo?

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Madelyn Hudson era una niña de diez años que vivía en una gran casa, era de familia acomodada. Tenían una casa de estilo victoriano en el barrio Haight Ashbury de San Francisco. Situado en la parte alta de la ciudad, al norte de la calle Market y del barrio de Castro, y cerca del Golden Gate Park, todas las casas son de este estilo pero se diferencian por sus coloridas fachadas.

Madelyn se caracterizaba por tener una piel muy blanca, el pelo moreno, negro como la noche, y unos ojos verdes muy claros. Su salud no era buena, era una niña emfermiza, así que siempre estaba en casa, y no tenía amigos.

Pasaba horas leyendo en la biblioteca que tenían en casa, y a ratos, observaba por el ventanal viendo a los niños ir y venir en grupos; tener amigos era su mayor deseo, pero todos en casa siempre la trataban como si fuera de porcelana. Y Madelyn odiaba eso, ya que no consideraba que fuera tan débil como para que la cuidarán tanto. Se sentía asfixiada y no tenía a nadie con quien compartir sus pensamientos.

Un día, su padre llegó de un largo viaje y con él le trajo un presente a su hija, uno que quizás la alegraría, pues últimamente se le veía en la cara que no estaba muy feliz, que se sentía sola. Su única compañía eran los libros que leía, así que le trajo una gran casa de muñecas. En realidad era una réplica exacta de su propia casa. Tenía todos los adornos imaginables, desde las cañerías hasta las pequeñas lámparas, los muebles, cuadros, cortinas... y además, acompañando la casita de madera, traía cuatro muñecas, por las ropas y tamaños se podía decir que una muñeca representaba al padre, la otra muñeca a la madre y los dos más pequeños representaban el hijo y la hija. Una familia completa de muñecas.

Al principio Madelyn no parecía muy contenta con el regalo, pero disimulo por el bien de su padre, no quería herir sus sentimientos, así que le agradeció muy entusiasmada por el regalo.

Madelyn durante un tiempo apenas hizo caso a la casa de muñecas y a éstas. Pero poco a poco fue dejando los libros para pasar más tiempo en la sala de juegos. La sala de juegos era la antigua habitación de bebé de Madelyn, donde estaban sus muñecos de trapo, muñecas de porcelana, su mesita y juego de té... y ahora, el centro de la habitación, estaba ocupado por la casa de muñecas.

Sus padres al principio no notaron ningún gran cambio en ella, pero poco a poco se la veía más feliz pero a la vez más ojerosa y cansada, como si no descansara lo suficiente. Una noche de verano en la que el calor era sofocante, su padre se levantó para ir a beber a la cocina, escucho cuchicheos y risillas, como de niños pequeños, extrañado fue hacia la procedencia de esas voces. Salían de la sala de juegos, al abrir la puerta vió a Madelyn jugando con las muñecas, al girarse la niña le pareció ver algo extraño, sus ojos no eran del mismo color verde claro de siempre, se estaban oscureciendo, más que eso, se estaban volviendo marrones. Descolocado por lo que acababa de ver sólo pudo pensar que era a causa de la ensoñación que le había causado una mala pasada.

Durante los días posteriores, los sucesos extraños iban en aumento, por las noches se oían voces agudas de niños, risas, cuchicheos, pisadas, y poco a poco se fueron ampliando al día también. Durante el día a veces se veían sombras que cruzaban corriendo por las paredes, sobre todo en los pasillos. Se oían pisadas, como si hubiera niños correteando por el piso superior.

Los padres de Madelyn cada día estaban más desconcertados, así que pidieron ayuda a una vidente. Cuando Victoria llegó a la casa, les dijo a los señores Hudson que la casa estaba encantada. Que algo había poseído el lugar. Victoria recorrió cada estancia de la casa hasta llegar a la sala de juegos, donde Madelyn estaba jugando con las muñecas. Su padre la llamó para que dejara de jugar y Victoria pudiera realizar su trabajo.

Al darse la vuelta Madelyn ya no era ella, su cara antes redondeada estaba más alargada, mucho más pálida de lo que jamás había estado, y no sólo eso, sus ojos verdes se habían convertido en negros.

Victoria dio un paso atrás sobresaltada por la impresión, dentro de la niña habitaban varias almas, dos como mínimo, les dijo a sus padres. Examinando más de cerca las muñecas pudo ver que no eran muñecas corrientes. Estaban hechas de madera, hierba y tela, como las de vudú. Las cuáles para entrar en contacto con las almas, lo raro en este caso es que las almas que habitaban en las muñecas habían poseído el cuerpo de la niña. Victoria estudió todo lo que encontró sobre las muñecas, las casa de muñecas, incluso las supersticiones.

Cuando creía que había encontrado las respuestas volvió a la casa. Le pareció muy extraño que la casa estuviera tan descuidada, la puerta principal ni siquiera estaba cerrada con llave. Se fue introduciendo poco a poco en la casa, sigilosamente, como si no quisiera despertar a alguien. Mientras recorría el pasillo que llevaba a la sala de juegos escucho voces de niños hablando y riendo, pero las risas no eran de este mundo, no pertenecían a nadie vivo. Cuando al fin llegó a la puerta, la cual se encontraba entre abierta, un escalofrío de pánico le recorrió la espalda, su primer impulso fue salir corriendo, pero era algo que no podía hacer. Así que tragó saliva y avanzó hacia el centro de la habitación donde Madelyn se encontraba, sentada con las piernas cruzadas en el suelo, y rodeada de muñecas.

Los ojos de Victoria se abrieron como platos, en el suelo rodeando a la niña se encontraban diferentes muñecas y muñecos, pero eran reconocibles, allí estaban su padre y su madre, las cocineras, la ama de llaves, el cochero... cada miembro del servicio doméstico ahora era una muñeca en manos de esa niña. Madelyn se dio la vuelta y miró a los ojos de Victoria, su cara ya no era suya, se había transformado en alguien, en algo diferente, algo maligno. Madelyn alargó su brazo y agarró la pierna de Victoria.

-Ahora tú también serás parte de la familia.

Nadie supo que había sido de la familia Hudson, pero dicen que hoy en día todavía se oyen risas al recorrer esos pasillos.

El Rincón de mis HistoriasWhere stories live. Discover now