Si pudiera hablar...

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Es de noche, no me gustan las noches, los silencios, las sombras que recorren toda la estancia. Prefiero el día, me gusta el ajetreo, el bullicio diario, todos hablando, los distintos timbres de los diversos teléfonos. Cada timbre de voz, los pasos, nadie camina ni tiene el mismo ritmo de paso que los demás. Con el tiempo aprendes a diferenciar unos de otros.

Se puede decir si el que pasea, pasa o camina es un hombre o mujer, no sólo por el retumbar de sus pisadas sino por el tiempo de cada una de ellas.

Mi vida es monótona. Siempre en el mismo lugar. Dicen que este despacho donde me encuentro tiene unas magnificas vistas, pero no creo que nunca pueda saberlo, ¿o sí? Quién sabe.

Tampoco es que este sola. En esta habitación viven más muebles, no sólo yo. Eso sería muy solitario.

Mis compañeros de habitación son de lo más variado. Desde un escritorio tipo secreter, a un armario con estantes, también hay otras sillas, pero no son como yo.

Los complementos decorativos, como lámparas y detalles como cajas para el almacenaje de accesorios y elementos que se usan en una oficina o espacio de trabajo, o un encantador teléfono... son mis compañeros de vida aburrida.

Soy una silla, no una silla especial, soy una silla tipo Luis XV, una butaca con una adaptación contemporánea, que se compone por ruedas en las patas, lo que probablemente me convierte en un asiento más funcional, y con una estructura blanca y tapicería de un cálido y suave color azul.

Ya falta menos para que se haga de día y todos vuelvan a la oficina. Los fines de semana se hacen muy largos y tediosos. A penas viene alguien a trabajar.

Empieza a amanecer... los nervios me consumen por saber que han hecho este fin de semana todos y cada uno de los trabajadores. No es que sea muy divertido su trabajo. Se dedican a defender gente, a llevar a cabo auditorias de cuentas. Temas de abogacía y de gestión administrativa.

No sé qué hora es, pero al fin empiezan a llegar los trabajadores. Oigo cuchicheos muy tenues, es casi imperceptible saber de lo que hablan.

Llega la dueña del despacho donde me encuentro, trae consigo el desayuno y se apresura a comérselo y a beber su café.

Empiezan a sonar los teléfonos, el reparto del correo, la mayoría habla de lo que han hecho durante el fin de semana... las cosas normales de cada lunes por la mañana.

Oigo algunos gritos, no es lo normal. Ahora oigo pasos que corren en todas las direcciones. Como si huyeran de algo. No, huyen de alguien. Se oyen unos estruendos fuertes como petardos. Un estruendo detrás de otro.

La dueña del despacho a salido a ver que son esos ruidos, gritos, personas corriendo por los pasillos... está asustada, la oigo respirar. Alguien ha entrado al despacho y a cerrado la puerta con cerrojo, le dice a la dueña que se esconda bajo la mesa, esta sudando o llorando, pero me ha dejado una mancha húmeda en mi tapizado. No entiendo que está sucediendo, da miedo pensar que algo malo está pasando.

Poco a poco los estruendos como petardos se oyen cada vez más cerca, y poco a poco van menguando las personas que corren y gritan.

La dueña cada vez está más agitada, escondida bajo la mesa, conmigo cerca tapándose lo más que puede.

Alguien está intentando forzar la puerta para entrar. Escucho como se lanza hacia la puerta de madera una y otra vez, la madera cruje pero aguanta, aún no cede. Vuelve a estrellarse algo o alguien, debe ser alguien el que empuja y se abalanza fuertemente hacia la puerta. La otra persona que está en la habitación no la tengo a la vista, pero siento como respira angustiosamente.

Me asusta pensar que les va a pasar cuando esa persona que está intentando entrar lo consiga al fin. Si fuera persona también temblaría, lloraría, gemiría de terror... pero no puedo huir, a pesar de tener ruedas no puedo moverme por mi misma.

La persona parece que ya no se abalanza contra la puerta, ¿se habrá cansado? ¿Se habrá ido?

No, no... se oye un gran estruendo... a disparado a la puerta y la ha hecho añicos, no toda ella pero lo suficiente para hacerse paso. No puedo verlo, pero por las suplicas y llantos de la persona que está ahí se que debe estar de rodillas, se oye un fuerte estruendo y silencio. Ahora una mano me arrastra hacia atrás, es una mano grande, de hombre, fuerte y rudo, la dueña grita, la agarra del pelo y yo temblaría, la impotencia, la rabia de no poder hacer nada, veo como la arrastra sacándola de debajo de la mesa; no quiero verlo, pero no es algo que pueda evitar.

Ese hombre está parado de espaldas a mí, con la dueña a sus pies, no entiendo bien lo que dice entre sollozo y sollozo. El hombre la apunta con su escopeta y aprieta el gatillo. La escena es horrible, todo rojo, salpicado por la sangre de la dueña. El hombre se va con paso lento, a penas se oyen gritos. Nadie corre a esconderse. Y yo aquí, impotente, viendo todo a mí alrededor pero sin poder hacer nada. No sé cuánto tiempo debe haber pasado, pero se oyen ruidos, son sirenas.

La policía llena la planta entera, personas vestidas en trajes de plástico examinan todo con detalle, recrean y hacen suposiciones de lo ocurrido, y entonces yo aquí sin poder hacer ni decir nada, yo que he sido, y soy testigo de todo no puedo colaborar, porque no puedo hablar, ni moverme.

Y ahora la vida tal y como la conocía, se terminó. Nos dejarán aquí para siempre rodeados de malos recuerdos, acumulando polvo sobre nuestras superficies. Soy una silla y he sobrevivido a lo de hoy. Sí es que a esto se le puede llamar vida o sobrevivir. 

El Rincón de mis HistoriasWhere stories live. Discover now