Nunca imaginó vivir en la ciudad; un monstruo de cemento donde todo transcurre más rápido y las personas viven apresuradas. Un mundo muy diferente al que ella estaba acostumbrada. Karla y su pequeño hijo, fueron bien recibidos por Perla, quien vivía con su madre ya anciana. Como el apartamento era pequeño, Perla acomodó a su progenitora en su habitación y el de esta, les sirvió de albergue a los nuevos inquilinos. Karla por primera vez vivía lejos de la hacienda. Esta era una mujer hermosa, de rostro agraciado, cabellos largos, ondulados y de color castaño claro. Su tez color trigueño y estatura mediana. Su cuerpo perfilaba la belleza de Venus.
Durante varios días, Karla se dedicó a buscar trabajo, pero fue inútil. Le exigían experiencia,
sin embargo, estaba decidida; tocaría las puertas que fueran necesarias para conseguir su propósito. Ayudaba a Perla en las labores domésticas y comprendía que su permanencia en el apartamento no podría prolongarse por mucho tiempo. Desesperada, terminó aceptando un trabajo para el oficio doméstico. A su hijo, Raúl, lo matriculó en una escuela pública y por las tardes, la madre de Perla le daba el almuerzo y lo cuidaba.
Al principio fueron días difíciles. Karla sufría realizando los quehaceres, ya que no estaba acostumbrada a esa vida de servidumbre. No obstante, se daba ánimo; lo haría por su hijo y por ella misma. Tenía dignidad y estaba muy decidida a no volver jamás a la hacienda de su padre.
Pasaron varios días y la angustia de Clara aumentaba. No asistió al control médico mensual. Justina preocupada por el estado de su patrona, tocó suavemente a la puerta de la habitación de esta y pidió permiso para entrar. Clara se encontraba descansando en su habitación.
–¿Qué quiere Justina? Le preguntó Clara
–Señora, aquí está la dirección de la niña Karla.
El rostro de Clara se iluminó. Pensaba que por fin Justina se ponía en su lugar. Clara se levantó y dijo en un tono afable:
–Gracias Justina. Ahora mismo le diré a Jorge que me lleve a verlos.
–Perdone que le diga señora, no es mejor que yo llame a mi amiga, para que me cuente como están ellos. Déjeme convencer a la niña Karla para que usted la visite.
–Está bien Justina, llámela desde aquí.
Justina era una mujer de piel canela y condición humilde, viuda y sin hijos. Llevaba años trabajando en la hacienda como ama de llaves. Era sencilla, cariñosa y se llevaba muy bien con Clara. Justina tomó el teléfono y llamó a su amiga Perla, esta la comunicó con Karla:
–Hola Justina ¿cómo está?
–Muy bien niña Karla, la que está un poco indispuesta es su tía Clara.
–¿Si? ¿Qué le pasa a mi tía?
–Desde que usted se marchó, la noto muy deprimida...
–Justina, no pienso regresar pero cuéntele a mi tía Clara donde estamos y dígale que si quiere venir a vernos que lo haga en un día como hoy, ya que no trabajo los domingos.
Clara emocionada, le hace señas a Justina para que le pase el teléfono. Esta no está de acuerdo, pero no le queda más remedio que ceder al pedido de su patrona.
–Sí señorita. Tengo cerca a su tía, ¿No quiere hablar con ella?
–¿Está ahí?
–Sí Claro. –Le contesta Justina.
–Sí quiero hablar con ella. Pásemela
Justina le pasó el teléfono a Clara.
–! Aló! ¿Tía?

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La Promesa
RomansLa Promesa es una novela romántica, de amor y desamor, y otros sentimientos, que se centra en dos personajes, el padre (Pedro) y la hija (Karla). "Una promesa, es un sueño con alas que viaja entre la inmensidad de la realidad y la esperanza; puede d...