La marcha nupcial anunciaba que había llegado la hora, la hora en que toda persona sueña. El novio muy nervioso, se encontraba a la entrada de la iglesia. Emocionadísimo recibió a la novia, una mujer muy joven y hermosa, sus ojos enrojecidos y su rostro reflejaba tristeza. Mientras la novia caminaba, pensaba en lo que estaba haciendo, sabía que no podía casarse, sin antes contarle la verdad al novio. Pero, ¿Cómo se lo contará? y ¿cómo reaccionará él cuando se entere? La duda la asaltaba; apenas conocía al hombre con el que se iba a casar.
La iglesia arreglada especialmente para la ocasión. Los adornos y las flores, en especial los lirios daban un aire de majestuosidad y suntuosidad al templo. Los coros alegres y los cirios irradiaban vida y calor. Para Julia que estaba muy preocupada, todo esto pasó desapercibido. Los novios llegaron al altar.
–Virgencita dame fuerzas para seguir adelante. –Le susurró suavemente Julia, a una imagen de la Virgen–. Don Pedro tengo que decirle algo muy importante... –Le dijo a su futuro esposo, al tiempo que le miraba.
–Ahora no... –Le contestó él.
–Sí. Es mejor que usted lo sepa. Estoy, estoy... embarazada.
–¿Qué? –Casi le gritó Don Pedro. –Qué esta diciendo...
–Estoy embarazada, pero si quiere no se case. Yo lo entenderé.–Le contestó ella temblorosa.
En la iglesia se encontraban las personas más importantes y acaudaladas del pueblo, pues el matrimonio de Pedro, el hombre más rico de la región, era todo un acontecimiento. Todos querían verlo. Muchos pensaban que él, un hombre sin sentimientos, con una fama de corazón de piedra, nunca se casaría. Pedro no supo que decir, su cara se transformó, no esperaba tal noticia. Ahora tenía que pensar muy bien lo que iba hacer. No quería ser el hazme reír de todos.
–Después hablaremos, ahora seguiremos con la ceremonia. –Le dijo el novio–. Más vale que nadie se entere. ¿Entendido? –Le advirtió.
Julia asintió con su cabeza, para ella fue extraño que Don Pedro la aceptara así. Cuando el sacerdote les bendijo, Julia mordió sus labios para no gritar e hizo un esfuerzo para no llorar. A la salida de la iglesia, la gente a su paso les daba mil felicidades, pero Julia apenas logró sonreír.
Durante el gran baile que Pedro dio en su hacienda, Julia había estado distante, tratando de mostrar una apariencia alegre y feliz. Terminada la celebración, Julia esperaba nerviosa. Sentía miedo a la reacción del que ahora era su esposo, el cuál se estaba despidiendo a los últimos invitados. Cuando todos se marcharon, se acercó a Julia.
–No cree que debió decírmelo antes. –Le dijo Pedro–. ¿Por qué esperó hasta el último momento?
–Me sentía muy sola, tenía miedo y no sabía que hacer...
–Maldita sea. ¿Cómo pudo hacerme esto?
–Lo siento mucho señor.
–Dormirás en el cuarto de huéspedes de la pequeña casa, mientras nace el bebé. No quiero que salgas de la hacienda, después decidiremos que hacer.
–Decidir... ¿Sobre qué?
–Sobre el futuro del bebé.
–El futuro de mi bebé lo decido yo...
–Ahí veremos. Por ahora Clara le dirá cual es su habitación.
–Sí señor.
–No me llames señor, llámame Pedro.
–Sí señor.
Pedro mandó a llamar a Clara y le pidió que instalara a Julia en el cuarto de huéspedes de la pequeña casa. Clara no preguntó nada e hizo señas a Julia para que la siguiera. Julia la siguió y le insinuó si podía empujar la silla, Clara asintió y las dos mujeres salieron de allí.

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La Promesa
RomanceLa Promesa es una novela romántica, de amor y desamor, y otros sentimientos, que se centra en dos personajes, el padre (Pedro) y la hija (Karla). "Una promesa, es un sueño con alas que viaja entre la inmensidad de la realidad y la esperanza; puede d...