Amado mío.
Hace apenas tres meses que te fuiste y no he sabido nada de ti. He intentado enviarte algunas cartas preguntando tu situación, pero los oficiales dicen que no te las pueden hacer llegar. Me veo obligada entonces a escribirte sin la esperanza de que me leas pronto, pero sabiendo que lo harás.
Poco después de tu partida, llegó a mí una curiosa enfermedad que, según los doctores, no tiene cura. No sé cuándo vayas a leer esto, pero me dicen que no tengo más que unas semanas de vida...
Cariño, esta es mi despedida.
Quisiera escribirte un poco más, pero el dolor y estas lágrimas que me nublan la vista no me lo permiten.
Ya te he dicho con actos más que con palabras todo lo que siento. Sólo me queda mencionar que jamás podré pagarte todo lo que hiciste por mí. Estoy agradecida inmensamente por el amor que me diste, por todo el cariño, el tiempo, el arte, la poesía. Gracias por quedarte conmigo cuando nadie más lo hizo; por soportarme cuando ni yo misma lo hacía; gracias por las risas, las lágrimas, las peleas, por las caminatas de cada noche. Gracias de verdad.
Te voy a extrañar demasiado. Me mata la idea de pensar que no volveré a verte, acariciarte, escucharte. He pasado estas semanas en todos los lugares a los que íbamos, esperando encontrar un poco de ti antes de mi partida, pero los recuerdos no me son suficientes, y más que ayudarme me enferma más: Te necesito.
Daría todo el tiempo que me queda por un minuto a tu lado. Me hubiese gustado pasar mis últimos días entre tus brazos, morirme en tus labios, perderme un poco más en tus ojos; escuchar toda la noche tus tontas historias, los poemas que me escribías, tus pésimos chistes, los planes que teníamos juntos.
¿Recuerdas cuando dijimos que estaríamos juntos diez vidas? Bueno, pues ésta sólo es la primera. Yo estaré contigo hasta el final de los tiempos, porque sé que tú lo estarás conmigo. Te prometí que te amaría hasta la muerte... Y aun con ella lo seguiré haciendo.
Te querré eternamente.
Con mucho amor, Alessandra.
