Capítulo 3:A Merced de la Muerte

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-"La fuerza que hay en tu interior es mucho más fuerte que cualquier obstáculo que te ponga la vida"- Confucio






–¿Seguro que puedes seguir? –le preguntó.

Doriam tosió.

La noche abrazaba cada rincón de la ciudad, la lluvia continuaba, los truenos y relámpagos no cesaban. La casa estaba a oscuras, solo se sentía la respiración de ambos en ese momento. Los alaridos se podían escuchar desde ahí. Los zombis no estaban conformes con lo que comieron. Y esos alaridos sólo significaba una cosa, querían más, más humanos para saciar esa hambre que tanto les molestaba. Corrían bajo el manto de la noche, dispuestos a todo. Nada los detenía. Ese era su mundo, y ellos eran los dueños. Seguían corriendo, de un lugar a otro, por las calles desoladas y mojadas por la lluvia. Los relámpagos iluminaban las calles, las casas, y sus escuálidos y putrefactos rostros, jadeaban mientras avanzaban. Otros caían, y se arrastraban por el pavimento. Otros se detenían y gritaban vorazmente, cuando los truenos agrietaban los cielos.

De noche, todo parecía empeorar.

–¿Puedes continuar? –escuchó Doriam por segunda vez. Maya observaba las calles infestadas de zombis desde la ventana de la sala. Doriam con los ojos cerrados, escuchaba como la lluvia caía sobre la casa y se deslizaba por el techo. Sentado en ese sofá, descansaba del terrible día que tuvo.

–Si, puedo seguir –respondió finalmente, abriendo lentamente el ojo izquierdo. El derecho aún lo tenía hinchado y le molestaba.

–¿Dónde estaba exactamente ese lugar del que hablaste antes?–

–No muy lejos, un par de calles– se levantó a tientas, con su mano izquierda cubriendo su torso, aún le dolían las patadas que aquel loco le propinó–en ese lugar, hay un botiquín y agua...

Maya le observó unos segundos y viendo que él se levantaba y se dirigía hacia la puerta, tomó su mochila y rifle y le siguió. Cuando salieron, la lluvia no había cesado ni siquiera un poco, aún así, continuaron. Los alaridos los sentían del otro lado de la casa, aprovecharon esto, para avanzar cautelosamente por ese patio, y cuando llegaron a la cerca de madera, cruzaron hacia la casa del frente, donde tuvieron que romper la cerca que la cubría para poder seguir. Antes de que Maya cruzara por esta, observó hacia los lados, por si algún zombi se había percatado del ruido, pero por la lluvia y truenos, ninguno reparó en ellos.

Se detuvieron al llegar al porche de la casa. Donde Doriam señaló con el dedo índice de que debían seguir por esa calle, Maya asintió aunque al observar al joven, lo detuvo sosteniendolo por un brazo y acercandose a su oído, le preguntó si realmente podrían seguír, ya que en su estado sólo se atrasarían. Este le miró, esperando que con la mirada le dijera todo, ya que si hablaba, toseria, realmente no estaba bien, pero como había dicho, no faltaba mucho. Maya lo soltó, y avanzó primero, con el rifle en sus manos, este le siguió detrás, armado con una de sus pistolas. No obstante, cuando estaban llegando a la esquina de la calle, un quejido, les hizo detenerse, luego escucharon otro, un poco más retirado. Y unos pasos acercándose.

La noche los cubría, pero sabían que eso no sería suficiente para que los zombis no los detectaran, y más con lo alborotados que estaban. Los pasos cada vez los escuchaban más cerca. Un trueno resonó sobre ellos. Tenían que actuar rápido, eliminar a ese zombi para poder continuar, o escabullirse y eludirlo. 

Ambos vieron al zombi asomarse en esa esquina, emitía leves gruñidos, mientras avanzaba lentamente bajo la lluvia. Por suerte este no alcanzó a notarlos, los dos se habían ocultado detrás de un automóvil con tal de que este no los viera, luego esperaron, esperaron a que el zombi siguiera avanzando, mas no fue así. Este se quedó quieto justo a mitad de la calle, mirando al suelo y gruñendo entre dientes.

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⏰ Última actualización: Mar 02, 2023 ⏰

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