Prólogo - Entre las Sombras

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  Avanzó como un susurro, ondeando su larga y rubia cabellera, apenas cubierta por la capucha de la capa que protegía su cuerpo contra el frío aire nocturno. La enorme figura miró hacia un lado y hacia el otro, cerciorándose de que no hubiera nadie cerca.

  El bulto que llevaba entre sus grandes brazos se movió, emitiendo un suave y bajo sonido, un suspiro que levantó una leve estela de vapor en el frío aire nocturno. La persona encapuchada cerró su capa para que el frío no se colara y continuó con su avance.

  Las puertas del pasillo súbitamente se abrieron, dejando ver a cientos de soldados, armados con ballestas y espadas, los cuales se abalanzaron sobre la figura. Ésta no tuvo más remedio que empezar a correr, mientras los soldados le perseguían.

  - ¡Devuelve a la princesa, maldito rufián!

  Las flechas silbaban al pasar rozando su rostro, pero las esquivaba lo mejor que le permitía la pequeña bebé recién nacida que cargaba con cuidado entre sus brazos. Jadeó agotado corriendo en zig-zag por entre las columnas del pasadizo.

  - ¡Que no escape!

  Sin saber muy bien cómo, perseguido y perseguidores se encontraban fuera del castillo, a punto de entrar en el bosque, el reino de los elfos.

  El hombre sonrió aliviado al ver su destino tan cerca, pero en el instante en que iba a entrar a los dominios de aquellas criaturas mágicas, una flecha lo alcanzó justo al lado de la columna, casi llegando a su pulmón.

  El robusto hombre rubio cayó sobre sus rodillas, sosteniendo a la bebé, que lloraba desconsoladamente en brazos de su captor. La capa se resbaló de sus hombros, mostrando a un corpulento elfo, con sus orejas alargadas, su larga melena rubia, y una incipiente barba que comenzaba a asomar. Tosió, manchando la hierba de una espesa y oscura sangre.

  Los soldados aprovecharon la oportunidad y se lanzaron contra él. Uno de ellos, el que parecía ser el capitán, de cabellos sumamente largos y anaranjados, le arrebató a la bebé, y asintió con la cabeza hacia sus subordinados.

  Una lluvia de flechas cayó sobre el secuestrador, sepultandolo en una marea de puntas afiladas que perforaban su carne. Los soldados, liderados por el hombre de cabello anaranjado, se dieron la vuelta, abandonando la masa sanguinolenta que hacía segundos era el secuestrador de la princesita.

  - L-Lucy... Mi p-pequeña...
 

Medianoche en el Bosque - NaLu A.U.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora