Capitulo 4

987 49 6
                                    

Llegó el mes de octubre y un frío húmedo se extendió por los campos y penetró en el castillo. La señora Pomfrey, la enfermera, estaba atareadísima debido a una repentina epidemia de catarro entre profesores y alumnos. Su poción Pepperup tenía efectos instantáneos, aunque dejaba al que la tomaba echando humo por las orejas durante varias horas. Como Ginny tenía mal aspecto, Percy le insistió hasta que la probó. El vapor que le salía de debajo del pelo producía la impresión de que toda su cabeza estaba ardiendo.

Gotas de lluvia del tamaño de balas repicaron contra las ventanas del castillo durante días y días; el nivel del lago subió, los arriates de flores se transformaron en arroyos de agua sucia y las calabazas de Hagrid adquirieron el tamaño de cobertizos.

Cuándo Harry nos encontró, nos contó que Nick nos había invitado a su cumpleaños de muerte.

—¿Un cumpleaños de muerte? —dijo Hermione entusiasmada, cuando Harry se hubo cambiado de ropa—. Estoy segura de que hay muy poca gente que pueda presumir de haber estado en
una fiesta como ésta. ¡Será fascinante!

—¿Para qué quiere uno celebrar el día en que ha muerto? —dijo Ron, que iba por la mitad de su deberes de Pociones y estaba de mal humor—. Me suena a aburrimiento mortal.

—No seas amargado Ronald, es una fiesta y en las fiesta siempre hay comida.— le dije haciéndole cosquillas pero el me apartó de un empujón.

La lluvia seguía azotando las ventanas, que se veían oscuras, aunque dentro todo parecía brillante y alegre. La luz de la chimenea iluminaba las mullidas butacas en que los estudiantes se sentaban a leer, a hablar, a hacer los deberes o, en el caso de Fred y George, a intentar averiguar qué es lo que sucede si se le da de comer a una salamandra una bengala del doctor Filibuster.

Fred había «rescatado» aquel lagarto de color naranja, espíritu del fuego, de una clase de Cuidado de Criaturas Mágicas y ahora ardía lentamente sobre una mesa, rodeado de un corro de curiosos. De pronto la salamandra pasó por el aire zumbando, arrojando chispas y produciendo estallidos mientras daba vueltas por la sala. La imagen de Percy riñendo a Fred y George, la espectacular exhibición de chispas de color naranja que salían de la boca de la salamandra, y su caída en el fuego, con acompañamiento de explosiones.

Cuando llegó Halloween, Harry nos dijo que estaba arrepentido de haberse comprometido a ir a la fiesta de cumpleaños de muerte. El resto del colegio estaba preparando la fiesta de Halloween; habían decorado el Gran Comedor con los murciélagos vivos de costumbre; las enormes calabazas de Hagrid, habían sido convertidas en lámparas tan grandes que tres hombres habrían podido sentarse dentro, y corrían rumores de que Dumbledore había contratado una compañía de esqueletos bailarines para el espectáculo.

—Lo prometido es deuda —recordó Hermione a Harry en tono autoritario—Y tú le prometiste ir a su fiesta de cumpleaños de muerte.

—Será buena, te lo aseguro— intenté subirle los animos.

Así que a las siete en punto, Los cuatro atravesamos el Gran
Comedor, que estaba lleno a rebosar y donde brillaban tentadoramente los platos dorados y las velas, y dirigimos nuestros pasos hacia las mazmorras. También estaba iluminado con hileras de velas el pasadizo que conducía a la fiesta de Nick Casi Decapitado, aunque el efecto que producían no era alegre en absoluto, porque eran velas largas y delgadas, de color azabache, con una llama azul brillante que arrojaba una luz oscura y fantasmal incluso al iluminar las caras de los vivos. La temperatura descendía a cada paso que dabamos. Al tiempo que se ajustaba la túnica, escuché un sonido como si mil uñas arañasen una pizarra.

—¿A esto le llaman música? —se quejó Ron. Al doblar una esquina del pasadizo, encontraron a Nick Casi Decapitado ante una puerta con colgaduras negras.

Harry Potter y la camara de los secretos (Rayita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora