Capitulo 11

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El verano estaba a punto de llegar a los campos que rodeaban el castillo. El cielo y el lago se volvieron del mismo azul claro y en los invernaderos brotaron flores como repollos. Pero sin poder ver a Hagrid desde las ventanas del castillo, cruzando el campo a grandes zancadas con Fang detrás; y lo mismo podía decirse del interior del castillo, donde las cosas iban de mal en peor.

Habíamos intentado visitar a Hermione, pero incluso las visitas a la enfermería estaban prohibidas.

—No podemos correr más riesgos —nos dijo severamente la señora Pomfrey a través de la puerta entreabierta—. No, lo siento, hay demasiado peligro de que pueda volver el agresor para acabar con esta gente.

Ahora que Dumbledore no estaba, el miedo se había extendido más aún, y el sol que calentaba los muros del castillo parecía detenerse en las ventanas con parteluz. Apenas se veía en el colegio un rostro que no expresara tensión y preocupación, y si sonaba alguna risa en los corredores, parecía estridente y
antinatural, y enseguida era reprimida.

Harry siempre repetía constantemente las últimas palabras de Dumbledore:

«Sólo abandonaré de verdad el colegio cuando no me quede nadie fiel. Y Hogwarts siempre ayudará al que lo pida.»

Pero ¿con qué finalidad había dicho aquellas palabras? ¿A quién iban a pedir ayuda, cuando todo el mundo estaba tan confundido y asustado como ellos?

La indicación de Hagrid sobre las arañas era bastante más fácil de comprender. El problema era que no parecía haber quedado en el castillo ni una sola araña a la que seguir. Harry y yo las buscábamos adondequiera que íbamos, y Ron nos ayudaba a regañadientes. Además se añadía la dificultad de que no nos
dejaban ir solos a ningún lado, sino que teníamos que desplazarnos siempre en grupo con los alumnos de Gryffindor. La mayoría de los estudiantes parecían agradecer que los profesores los acompañaran siempre de clase en clase, pero resultaba muy fastidioso.

Había una persona, sin embargo, que parecía disfrutar plenamente de aquella atmósfera de terror y recelo. Draco Malfoy se pavoneaba por el colegio como si acabaran de darle el Premio Anual. No comprendiamos por qué Malfoy se sentía tan a gusto hasta que, unos quince días después de que se hubieran ido Dumbledore y Hagrid, estando sentados detrás de él en clase de
Pociones, le oímos regodearse de la situación ante Crabbe y Goyle:

—Siempre pensé que mi padre sería el que echara a Dumbledore —dijo, sin preocuparse de hablar en voz baja—. Ya les dije que él opina que Dumbledore ha sido el peor director que ha tenido nunca el colegio. Quizá ahora tengamos un director decente, alguien que no quiera que se cierre la Cámara de los Secretos. McGonagall no durará mucho, sólo está de forma provisional...

Snape pasó al lado de nosotros. sin hacer ningún comentario sobre el asiento y el caldero solitarios de Hermione.

—Señor —dijo Malfoy en voz alta—, señor, ¿porqué no solicita usted el puesto de director?

—Vamos, vamos, Malfoy —dijo Snape, aunque no pudo evitar sonreír con sus finos labios—. El profesor Dumbledore sólo ha sido suspendido de sus funciones por el consejo escolar. Me atrevería a decir que volverá a estar con nosotros muy pronto.

—Ya —dijo Malfoy, con una sonrisa de complicidad—. Espero que padre le vote a usted, señor, si solicita el puesto. Le diré que usted es el mejor profesor del colegio, señor.

Snape paseaba sonriente por la mazmorra, afortunadamente sin ver a Seamus Finnigan, que hacía como que vomitaba sobre el caldero.

—Me sorprende que los sangre sucia no hayan hecho ya todos el equipaje—prosiguió Malfoy—. Apuesto cinco galeones a que el próximo muere. Qué pena que no sea Granger...

Harry Potter y la camara de los secretos (Rayita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora