Un fuerte sonido despertó a Jonas de su profundo sueño. Con los ojos entrecerrados miró el despertador. Eran las siete y un minuto de la mañana. Tenía que despertarse para ir a clases, pero el sueño pudo con él y se volvió a dormir.
• • • •
—¡Jonas, si no te levantas ya vas a llegar tarde!
Se despertó sobresaltado por el grito de su madre y volvió a mirar el despertador. Eran las ocho menos veinte.
—¡Mierda!
Rápido como una bala se vistió con la misma ropa de siempre, una sudadera y sus vaqueros favoritos. No le dio tiempo a desayunar, pues si perdía el autobús estaría muy jodido.
Salió de casa con una tostada en la boca y colocándose bien un zapato, con la esperanza de que le diera tiempo a tomar el bus de menos cinco. Pero no. Cuando llegó al cruce de la parada vio al conductor y a todos los que iban en el vehículo riéndose en su cara. Hasta el mismo autobús parecía reírse de él, alejándose hacia la ciudad. Ya era inútil correr. Iba a llegar tarde a su primer día de instituto.
Su casa estaba a media hora de la escuela andando, pero si se daba mucha prisa podría estar allí en diez minutos. Su condición física no era la mejor, pero consiguió llegar en cuarto de hora. Allí estaba, Mykole Birziskos Gymnascija; por fin empezaría a estudiar ahí. Ninguno de sus antiguos amigos había conseguido pasar el examen de acceso, así que tendría que conocer gente nueva.
Al entrar por la puerta principal, sintió una mano en su hombro.
—¿Vas a primer año, tío? —Jonas asintió con la cabeza, desconcertado—. ¡Llegamos tarde, vamos!
El desconocido le agarró del brazo y fueron a revisar las listas para ver en qué clase les tocaba.
—¿Cómo te llamas?
—Yo, Jonas... ¿Y tú?
—Eddie... ¡Vamos a la misma clase, tío!
Se fueron corriendo a la clase y abrieron la puerta de golpe. Todos los alumnos se quedaron mirando a los nuevos, y el profesor les dejó pasar por ser el primer día. Buscaron un sitio en el aula y solo quedaban dos en la última fila, juntitos.
Durante toda la clase, ninguno de los dos prestó atención al profesor. Eddie no le quitaba la mirada a una chica sentada en tercera fila, mientras que Jonas se fijaba todo el rato en Eddie. No podía dejar de mirar sus preciosos ojos azules, escondidos tras el cristal de unas grandes gafas, ese cabello rubio y esas sexys pecas que le llenaban toda la cara.
En la hora del almuerzo, Jonas estaba preparado para hablar con Eddie, con todos los temas de conversación que había estado planeando en su cabeza, pero en cambio Eddie se fue a hablar con la chica que no había dejado de mirar. Jonas, decepcionado, se quedó en su sitio, y un tal Simón se acercó a hablar con él. Era majo, pero no podía dejar de pensar en su nuevo amigo, y en cómo estaría ligando con esa chica.
El día acabó y fue a la parada del autobús, cuando una voz familiar le sorprendió.
—¡Hey, Jonas, espérame!
—¡Heyyy! ¿Vas a tomar este bus?
—Sí, tío, ¿por dónde vives?
—Al lado del nuevo centro comercial Akrópolis.
Durante el trayecto no hablaron mucho, por lo que se hizo algo incómodo. Jonas aprovechó para preguntarle cosas y saber más sobre él, e incluso acudió a las conversaciones que había estado pensando durante la mañana. Eddie se bajó cuatro paradas antes, así que Jonas se puso sus cascos y comenzó a escuchar a $uicideboy$, su grupo de música favorito. ¿Qué era eso que sentía cuando Eddie estaba cerca?
Unas paradas después se bajó del bus y se tropezó, manchándose sus vaqueros favoritos de barro. Tuvo que caminar un poco hasta llegar a su casa. Vivía en un cuarto piso sin ascensor.
—Ya he llegado...
Nadie contestó, estaba solo. Nada más llegar a su habitación cerró la puerta, dejó la mochila en un rincón y se tiró a la cama. Estaba casi dormido cuando una notificación de Facebook le sobresaltó:
«Eddie Staupas quiere ser tu amigo»
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Kremita [pausada para siempre]
Romance¿Sabías que en Lituania hacen cosas buenas? El helado, por ejemplo, especialmente si es de Kremita, dulce y delicioso.