A la mañana siguiente, Jonas se encontró las sábanas en los pies y el hueco donde debería estar la cara de Eddie dándole los buenos días con una sonrisa pervertida vacío. Se puso las zapatillas y un pantalón cómodo —porque había dormido en vaqueros—. Miró el despertador. Eran las once y media de la mañana y tenía resaca, pero un olor a chocolate y caramelo le animó a seguir viviendo e ir a la cocina como un zombie hambriento de tortitas.
—Buenos días... —dijo entre bostezos asomando la cabeza por el umbral de la puerta.
—¡Buenos días, dormilón! —Eddie sostenía la sartén en la que estaba haciendo las tortitas mientras saludaba con la otra, rodeado del desastre que había hecho con los ingredientes, entre ellos leche condensada y fresas. Los padres de Jonas estaban sentados en unas banquetas, con dos platos vacíos sobre la mesa.
—No me dijiste que ibas a traer a un amigo de la fiesta —dijo su madre mientras miraba de arriba abajo a Eddie.
—Ah, sí, bueno, el caso es que... —Le salió una risita nerviosa al recordar la noche anterior.
—Ya se lo he explicado, tranquilo. Era tarde y Jonas me invitó a pasar la noche.
—Es cierto, y además se ha ofrecido a hacer el desayuno. Cuida bien de tu amigo, hijo, que cocina muy bien.
—No es para tanto, señora.
Ambos se empezaron a reír. Visto así, Eddie parecía bueno y todo.
—Bueno, os dejamos, nos vamos al súper a hacer unas compras.
Tras decir eso, se levantaron de las sillas y se marcharon. Ahora estaban solos.
—¡Ay, hostia, que me quemo!
Jonas no pudo evitarlo. Después de lo que pasó en la fiesta, no quería tortitas, lo quería a él. Se acercó a Eddie, que estaba aún con las tortitas, y le rodeó la cintura con los brazos lentamente. En ese momento Eddie se giró sorprendido y sonrojado.
—¿Qué...?
—¿No te acuerdas?
—¿Acordarme de qué?
—¿Es en serio? ¿No recuerdas que nosotros...?
—Tío, estaba borrachísimo, no me acuerdo de nada.
—Déjalo, no fue nada. —Rápidamente quitó las manos de su cintura—. Voy un momento a mi cuarto, ahora vuelvo.
—Pos vale.
Jonas dejó a Eddie comiendo y atravesó el pasillo hasta llegar a su habitación. Cogió el móvil, pero esta vez se dio cuenta de que en el borde de su cama había unos calzoncillos. Y no eran suyos. Los cogió con el dedo pulgar e índice y volvió a la cocina en busca de Eddie.
—Quiero una explicación a esto.
—Son mis calzoncillos, ¿no lo ves?
—Pero si estos son tuyos, los que llevas puestos...
—Ah, sí, esta mañana cogí unos tuyos. Me quedan un poco pequeños, pero al fin y al cabo no me quedan del todo mal. Ajustadetes, nada más. Es que no me iba a quedar con los de ayer, tío.
Jonas se quedó en silencio, mirándole muy serio y con las cejas levantadas. Tras unos segundos asimilando la respuesta, respiró hondo y dijo:
—No dejes tus calzoncillos por ahí, que me gustes no significa que puedas hacer lo que quieras.
—Perbdona, no tbe estaba eschubando.
Pues menos mal, pensó.
—Que no dejes tus cosas por ahí tiradas. ¡A saber las cosas que has hecho con ellos puestos!
Eddie casi escupe la comida que tenía en la boca y Jonas comenzó a comer y a reír con él, bromeando sobre los calzoncillos. Después recogieron la cocina y Eddie se marchó a casa.
. . . . .
Era lunes por la mañana. Había pasado una semana desde su cumpleaños y casi no había hablado con Eddie. Estaban de exámenes.
Se encontraba esperando el bus y, como de costumbre, estudiando los temas en el último momento para el examen de ese día, cuando alguien le sobresaltó.
—Ahora que no está tu... amigo —Hizo un gesto de comillas con los dedos—, te voy a decir lo que quiero que hagas. Debes decirles a todos, incluido él, que eres mi novio.
Era Kamile, su ex, que al parecer aún recordaba dónde vivía.
Si lo llego a saber vuelvo a llegar tarde hoy también, pensó Jonas.
—¿Cuál es tu plan malvado esta vez, arpía?
—Voy a poner celoso a un chaval de mi instituto para que se fije en mí de nuevo.
—Uno, no voy a hacer eso a un pobre chaval; y dos, no voy a decir nada a nadie. Ahora lárgate.
—Entonces les diré a todos que justo después de romper te vi espiando a Agus mientras se liaba con Martha. Y luego me niegas ser gay ahora.
—¡Que no soy gay! Solo me gusta un poco Eddie...
—Vaya argumento más pobre. Además, ¿cómo has dicho que se llama? ¿Eddie? Si no haces lo que yo te diga, me encargaré personalmente de buscarle y decírselo.
—Mira, ¿sabes qué? Por ahí viene el autobús, vete ya y deja de darme por culo.
El bus se fue acercando mientras Kamile se alejaba de la parada. Mientras subía las escaleras, por el rabillo del ojo vio a Sofía, una de las chicas con las que habló hace un tiempo.
—¡Hola!
—¿Yo? —Se señaló a sí mismo con la mano derecha, algo extrañado.
—Sí, tú, siéntate a mi lado.
Jonas la siguió hasta tomar asiento al fondo del bus, el cual ya había comenzado su trayecto.
—¿Qué quieres de mí?
—He escuchado lo que te estaba diciendo esa chica y no parecías muy contento que se diga.
—¿Has escuchado todo? —preguntó Jonas preocupado.
—Ehm... Bueno, sí. En verdad lo ha escuchado todo el barrio. —Al decir esto se rió—. Me gustaría ayudarte.
—Pues...—Se quedó un rato pensativo—. Muchísimas gracias. La tía esa me arruinó la vida en el instituto. Le contó a todos lo que acabas de oír y me quedé sin amigos. Bueno, sin mis 'supuestos' amigos. Por suerte, fue el año pasado y no me afectó tanto.
Al decir esto, Sofía abrazó a Jonas, al cual casi se le escapa una lágrima.
—Tengo una idea. Mejor dicho, un plan. Te ayudaré a deshacerte de ella, y a conquistar a ese tal Eddie ;)
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Kremita [pausada para siempre]
Romansa¿Sabías que en Lituania hacen cosas buenas? El helado, por ejemplo, especialmente si es de Kremita, dulce y delicioso.