Kapítulo 3

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Normalmente no tenía ganas de ir al instituto, pero ese día ni siquiera tenía ganas de levantarse de la cama. El día anterior habían vuelto muy tarde de la comisaría y después no había podido dormir nada. Aún así se levantó y llegó a la parada del bus con la hora justa. Se sentó en el banco a descansar un poco, cuando se dio cuenta de que dos chicas le estaban mirando y riéndose. No las había visto antes tomando ese bus, así que supuso que eran nuevas en la ciudad. De repente, una de ellas cogió aire y se acercó a él.

–¡¡Holaaa!! ¿Me das tu facebook? –preguntó en tono amistoso.

–Bueno, si quieres... –Dudó por un segundo–. Es Ruby Da Pan.

–Ruby... ¿Es ese tu nombre? –Jonas no pudo evitar reírse–. ¡No te rías, era solo una pregunta ! –La chica comenzó a reír también.

–Mi verdadero nombre es Jonas. Ruby Da Pan es solo mi alias –respondió al fin desconcertado por la situación y con timidez. En verdad se lo había dado porque necesitaba hacer nuevos amigos. Además, la chica era guapa. Medía más o menos como él (aunque eso no era muy difícil). Su cabello rubio y liso combinaba muy bien con sus ojos azules tirando a grises–. ¿Y para qué exactamente querías mi facebook?

–Ah, sí, lo siento, es que soy nueva en la ciudad y necesito hacer algunos nuevos amigos. Por cierto, mi nombre es Sofía.

A Jonas se le escapó una risita, no sabía muy bien por qué. Después de eso, silencio. Un minuto después llegó el autobús. La amiga de Sofía se acercó.

–Hola, soy Ámber.

–Ah, hola.

Los tres subieron y siguieron hablando una vez dentro. Jonas notó cómo Sofía parecía más "emocionada" al hablar, y le parecía que también evitaba el contacto visual con él. Las dos parecían bastante simpáticas.

–Bueno, y... ¿dónde estudiáis?

–Las dos vamos al mismo instituto, el Mykole Birziskos Gymnascija, aunque vivimos un poco lejos, y para ella es más difícil moverse por la ciudad, se acaba de mudar. Decidí acompañarla los primeros días hasta que se aprendiera la ruta en bus.

"Demasiada información en muy poco tiempo", pensó Jonas.

–¡¡¡HEYY, qué casualidad, nosotros también!!! ¿Verdad, tíooo?

Todo el mundo se giró para mirar al joven muchacho que acababa de entrar en el autobús. Lucía una gran sonrisa en la cara, que estaba llena de pecas. Eddie. ¿Quién si no?

–Hey, tío, ¿qué tal?

–Yo bien, tronco, pero ya veo que tú mucho mejor. –Dirigió una mirada a las dos chicas, que estaban charlando un poco más atrás, en los últimos sitios libres del vehículo. Su tono de voz era sarcástico–. ¿Quiénes eran?

–Oh, unas chicas que acabo de conocer, nada importante.

–¿Estás seguro? Parecían muy interesadas en ti –Jonas se puso algo nervioso. Eddie no paraba de mirarle–. ¡¿Pero qué te pasa, tío?! Estás... ¡Estás muy rojo!

Eddie comenzó a reírse muy alto y algunas personas se quedaron mirándole un rato.

–Tío, baja la voz, estás llamando mucho la atención. –Eddie se tranquilizó.

–Es que tendrías que haberte visto la cara, chaval. Pero creo que ya sé lo que pasa aquí. Te gusta una de ellas, ¿verdad, pillín? –No dejó ni siquiera un segundo para que Jonas desmintiera esa afirmación. Si supiera quién le gustaba en realidad...–. Tranqui, tío, te ayudaré a conseguirla.

Se quedaron un rato en silencio. Era muy pronto y al parecer ninguno de los dos había dormido mucho por la noche. En seguida llegaron al instituto. No había rastro de las chicas. Sonó la campana y la multitud empezó a ir a su clase correspondiente.

–¡¡Joderrrrr!!

–¿Qué pasa?

–Nos toca biología con el calvo este.

Jonas se quedó pensando. Con las prisas y todo lo que había pasado la noche anterior, se había olvidado el libro en casa.

–¿Nos sentamos juntos? –preguntó.

–Si el profe nos deja...

El profesor de biología era "famoso" en el instituto, y no precisamente por cosas buenas. Ponía amonestaciones sin motivo alguno y solía coger manía a algunos sin motivo. Además, cada año los alumnos lo apodaban de una manera diferente. Al entrar en la clase, se sentaron sin decir nada al fondo, y detrás de ellos entró el profesor. Eddie sacó su libro, ya algo destrozado y con garabatos, y lo colocó entre las dos mesas.

Jonas se quedó embobado mirando a Eddie, que al parecer parecía bastante concentrado. Por poco tiempo. Sacó su archivador y arrancó un trozo de folio. Seguidamente agarró su bolígrafo y se puso a escribir en él. Eddie levantó un momento la mirada y Jonas apartó la suya, pero al rato volvió a mirarle de reojo. Estaba doblando un papel mientas aguantaba la risa. Cuando terminó, intentó pasárselo a Jonas lo más rápido y disimuladamente posible.

"Tío, hoy me he dado cuenta de una cosa".

Casi al instante ya había respondido.

"¿Qué ha pasado? ¿Es grave?".

Al leerlo, Eddie no aguantó la risa y soltó una carcajada. El profesor, que estaba escribiendo en la pizarra, giró la cabeza. Eddie se controló, sabía que el profesor era estricto, y siguió escribiendo en el trozo de papel.

"Al profe le brilla la calva, mira".

Jonas se aguantó la risa; no por la tontería que acababa de leer, sino porque era cierto, y se quedó mirando a Eddie.

–Eres medio gilipollas, tío –susurró Jonas.

–Gracias, yo también te quiero, macho –respondió Eddie.

Sin que se dieran cuenta, el profesor se había acercado a su mesa, pero como vio que ni siquiera habían notado su presencia, les quitó la nota.

–¡Staupas, vaya a dirección inmediatamente! El delegado, por favor, que le acompañe.

–¿Sabes de qué me he dado cuenta yo? No solo le brilla la calva, también puede cambiar de color.

–Pffff está rojaa –susurró Eddie casi llorando de la risa.

–¡¡Ahora mismo!! –El profesor parecía bastante enfadado.

Eddie se levantó. En la puerta estaba esperándole la delegada, Eva, la chica de la tercera fila. En sus ojos azules se podía ver que el profesor la intimidaba un poco. Los dos salieron del aula y Jonas notó que Eddie tenía dos expresiones en su cara en ese momento: por una parte, la idea de ir a jefatura no parecía hacerle mucha gracia (bueno, ¿a quién sí?). Por otro, la idea de tener a Eva cerca le gustaba mucho, y a Jonas le asustaba un poco, quizá porque se imaginaba más de lo que debería, aunque sí notaba que Eddie sentía algo por ella. Cuando salieron del aula, la clase siguió con normalidad. Tuvo que esperar hasta el almuerzo para poder preguntarle qué había pasado, si le habían puesto una amonestación.

–¡Hey, Eddie!

–¡¡Heyy, tío!!

–¿Qué pasó? ¿Por qué no aparecisteis a segunda hora?

–Luego te cuento, tío –dijo mientras sacaba el dinero para el almuerzo de su mochila. Parecía contento, demasiado quizá.

Kremita [pausada para siempre] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora