Sus manos estaban frías. Su vestido se ensució con sangre y tierra. Sus mejillas seguían húmedas de lagrimas y sus ojos azules, abiertos, le regalaban a la nada el vacío de sus matices violáceos. En alguna parte en la que el patio del colegio se fundía en un bosque espeso y solitario, yacía ella en la oscuridad.En el aire se sentía la tristeza de ver morir a un ángel. Los árboles danzaban en el viento, los únicos testigos de cómo el alma se le iba a la chica del cabello caoba. Hasta la estrellas parecían tener el resplandor de la muerte.
Para cuando la otra llegó ya no era más que un recipiente vacío, tan solo un vago reflejo de la corta vida que había tenido.
La imagen la impactó al punto de paralizarla, quería gritar, correr o al menos llorar, pero una cuerda muy gruesa se le anudó por dentro tan fuerte desde la boca de su estómago hasta su garganta que no le permitía siquiera soltar una lagrima. Nunca había estado tan vacía, y de eso sabía. Ver la muerte lo deja a uno casi sin vida. Sentía como si ella también estuviese a punto de dejar de respirar y como si de magnetismo se tratara, cayó en al tierra húmeda sobre sus rodillas y recién entonces de su boca pudo salir un sonido. Gritó a más no poder, aunque la garganta le ardía. Las lagrimas por fin salieron, brotaban de sus ojos a borbotones, era un llanto incontenible. No venía solo desde la tristeza de perder una amiga, de ver una vida tan joven irse del mundo en esa oscuridad infinita. Venía de un vacío interior que se acrecentaba y se oscurecía a cada minuto.
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Superficial #1
Teen FictionLa mayoría de las veces, las personas no son como las vemos. No son todo lo que vemos o ni siquiera son lo que vemos. Todos tienen secretos.