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La segunda semana de clases estaba empezando, todo parecía estar acomodándose lentamente, en la casa se respiraba un aire fresco de esperanza y entusiasmo, aunque con un toque de melancolía.
A pesar de todas las cosas que habían sucedido los meses anteriores al comienzo del ciclo educativo de ese año, Victoria estaba entusiasmada. Era tiempo de cambios, muchos y en muy poco tiempo. Su familia se agrandó, pasó de ser hija única a convivir con dos hermanos en cuestión de meses. No le molestaba para nada, le gustaba finalmente tener compañía. Franco era tres meses mayor que ella y no se llevaban para nada mal. Saphira había llegado a la casa un poco después, solo para iluminarla.
Estaba casi hipnotizada por el estampado estilo escocés de la falda del uniforme, hasta que dejó de sentir cierta presión en su mano. Saphira se había dormido y había dejado libre la mano de Victoria, como se estaba haciendo costumbre por esos días. A la niña de cuatro años de edad le encantaba acompañar a sus hermanos al colegio, aunque nunca llegaba a despedirse de ellos porque se quedaba dormida en el camino y volvía a despertar cuando la madre de Victoria se metía en el asiento trasero del auto para sacarla de su asiento de seguridad y dejarla en el jardín de infantes al que asistía.
Victoria sacó su mano lentamente para no despertarla. Su vista oscilaba entre el paisaje de una ciudad que empezaba el día y las tablas de la falda que ahora sostenía con ambas manos. No le gustaba usar falda, pero era obligatorio. Su madre siempre había puesto por encima la salud antes que el peso o la apariencia y la alentaba a quererse a sí misma cada vez que podía, pero eso no le quitaba las inseguridades. Sabía que siempre habría alguien a sus espaldas comentando que de dónde salía tanta tela, que si no le daba vergüenza verse así o que por qué no dejaba de comer para verse mejor. Se sentía muy acomplejada pero no quería darle tanta entidad al asunto, solo era la secundaria, algún día todo eso iba a terminarse y podría ser libre.
El paisaje cambió, habían llegado, ahí estaba, inmaculado, intacto e imponente, el colegio de tres plantas los veía de forma intimidante. Con su pintura verde militar y las ventanas con rejas se parecía más a una cárcel que a un centro de aprendizaje. A veces le gustaba imaginar que había un derrumbe, de consecuencias graves pero sin víctimas fatales o heridos, uno que sucedía de noche, cuando no había nadie. Y entonces las clases se transformaban en videoconferencias, y ya no tenía que sentirse incómoda por las burlas acerca de la gorda usando falda.Ambos se despidieron lo más silenciosamente que pudieron para no despertar a Saphira y bajaron del auto.
Mientras se acomodaba el uniforme y bajaba la cabeza para tratar de ser invisible, Franco le golpeó suavemente el brazo con su codo, ella levantó la mirada en su dirección para ver como el levantaba la barbilla en dirección a un auto oscuro estacionado un poco más adelante. El pequeño jopo de cabello castaño oscuro saltó de un lado a otro en la frente del chico, y hubo un destello en sus ojos marrones. Ali y sus hermanos bajaban de aquel auto, la vieron casi azotar la puerta y se detuvieron a esperarla para entrar juntos.
Alahi y Victoria eran amigas desde el primer año, Franco a penas llevaba una semana asistiendo al mismo colegio. Se llevaba bien con Victoria pero todavía no tenía muchos amigos, Ali era de las pocas personas que hablaban con el sin hacer que se sienta excluido.
Ali le pasó un brazo por la nuca a Victoria a modo de saludo, luego le acaricio uno de sus largos mechones de pelo rubio. A Franco solo le dedico una mirada y le sonrió un poco, y otro destello se hizo notar.
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Superficial #1
Teen FictionLa mayoría de las veces, las personas no son como las vemos. No son todo lo que vemos o ni siquiera son lo que vemos. Todos tienen secretos.