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Un joven, sentado en una mesa la derecha alzó la mano. Se produjo un silencio absoluto, y por un momento, todos pudieron escuchar la tormenta que estaba teniendo lugar en el exterior de la Casa de Piedra.

-¡Doscientas he dicho!

Padre miró a Chris con ojos como platos y esbozó una gran sonrisa mellada.

-¡Premio para el joven de la derecha!- Dijo sin borrar la sonrisa de la cara, señalándole con un tenedor.- Vamos, Kristen, te ha tocado el premio gordo.

Chris bajó las escaleras del pequeño altillo sobre el que estaba la mesa principal de Padre y caminó lentamente hacia el joven, sintiendo los fuertes latidos de su corazón. Sentía como si estuviera caminando literalmente en dirección a su perdición. El joven se giró, haciendo mover con gran gracilidad su oscura capa y marchó por el pasillo que conducía a las habitaciones de los huéspedes. Chris le siguió mientras no apartaba la vista de algún punto en el suelo.

Recorrieron el gran pasillo hasta llegar a unas escaleras que conducían al piso de arriba. Allí, el chico entró a la primera puerta a la izquierda con la que se topó. Chris imitó su movimiento y se dio la vuelta para cerrar la puerta de vieja madera que chirriaba, girando lentamente el pomo. Luego se volvió y admiró la habitación.

Había una acogedora chimenea, que lo calentaba e iluminaba todo, a diferencia de la habitación en la que ella solía dormir. En el medio había una gran cama llena de pieles de animales de todo tipo, y una enorme ventana que mostraba lo que por el día sería un precioso paisaje nevado, aunque en aquella hora de la noche solo se distinguían algunas estrellas.

El joven se giró hacia Chris y se quitó lentamente la capa, mientras no dejaba de mirarla. Chris, al ver que se estaba quitando la ropa se echó hacia atrás, temerosa, hasta chocar con la vieja puerta.

-Kristen. Te llamas así, ¿verdad?- Chris asintió, difícilmente, mientras apretaba los puños. Él se percató de que estaba asustada.- No voy a hacerte nada que no quieras.

Aquello la desconcertó.

-¿Disculpe?- Dijo con una voz entrecortada por el torbellino de emociones que atormentaban su mente.

-Así es. No voy a hacerte nada que no quieras.

-Pero- Chris interrumpió al joven. Cuando lo hacía con su padre el la castigaba, o la regañaba. Esperaba no haber enfadado al chico.- Habéis pagado doscientas monedas, mi señor.

-He pagado tanto dinero porque os vi en peligro.

"Que caballeroso" pensó Chris con ironía. Sin embargo, no fue esa la idea que transmitió.

-¿Peligro?

-¿Sabes dónde vives? ¿Quien es tu rey?- Decía el chico mientras daba vueltas por la habitación. -¿Tienes idea de los nombres de todas las familias poderosas de Poniente? ¿Sabes cual es nuestra misión?¿la de los hombres de la Guardia de la noche?

Chris respiró profundamente.

-¿Sabes por que tu padre te vende mas cara que al resto? ¿por que ha dicho que tienes sangre real?

-Una de mis hermanas me contó cuando era pequeña que era la princesa de un país perdido y fantástico.

-Kristen, vives en una mentira. Tienes sangre real, literalmente.

Chris, aun asustada y confusa, se sentó en la cama.

-Él no es tu padre. Te vi en peligro porque se está aprovechando de ti.- Chris giró bruscamente la cabeza.

-Claro que es mi padre.

-¿Crees- Dijo, mientras se acercaba a la cama.- que dos pelirrojas, dos rubias, una morena, una castaña, y una chica con el pelo blanco como la nieve podrían tener el mismo padre?

BASTARDA - Juego de TronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora