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Escucho el crujido de mis huesos al romperse. Mi cerebro no se toma el lujo de hacerme perder el conocimiento, sé que no puedo desperdiciar el tiempo. Volteo arriba, el vapor no parece salir todavía. No voy a tener otra oportunidad, necesito salir de la escuela rápido y rezar por que alguien me encuentre, de lo contrario es mi fin.

Me duele todo el cuerpo y mi respiración está agitada, intento girar para poder empezar a arrastrarme.

—Vamos, vamos, tu puedes—comienzo a decir en voz alta. Giro mi torso con ayuda de mis brazos, el dolor invade mi cuerpo, suelto un fuerte grito.

Las lágrimas me comienzan a invadir. Vuelvo a intentarlo, el dolor es el mismo pero ahora hago más fuerzas y logro colocarme boca abajo.

—No puedo rendirme ¡Maldita sea!—gritó una vez más, noto que por mi boca escupo sangre.

Levanto la mirada y logro ver la salida de la escuela, son tan solo unos metros que caminando se recorren en un minuto, pero con la espalda hecha mierda como yo, parecieran miles de kilómetros.

Comienzo a avanzar, suelto cada grito y lágrima que puedo. La ropa que tenía me la quite y me la puse en el pecho para evitar rasparme más el cuerpo. Mientras sigo mi camino noto como se a formado un charco de sangre a mi alrededor. Siento la espalda caliente.

No tengo idea si el vapor está cerca de mí, no puedo perder el tiempo volteando ni un segundo.

Logró llegar a la puerta principal, pero hay un problema, que sabía que me iba a destruir en cuanto llegara... Escaleras.

Llegar hasta ellas fue lo más difícil y doloroso que he hecho en mi vida, subirlas será el doble de peor.

Me arrastro entre los escalones y hago fuerza en mis brazos, subo uno tras otro, hasta que apoyo mal un brazo y resbalo. Caigo boca arriba al principio de los escalones, me he dañado mi pierna derecha.

Intento ponerme en marcha nuevamente, pero un olor horrible comienza a invadir mi espacio.

—Mierda—digo.

Comienzo a ver las tonalidades de rojos frente a mis ojos, comienzo a sentir que mi respiración se agita mil veces más, siento como si alguien presionara mi cuerpo contra el piso. Me muevo desesperadamente, la adrenalina me invade y me comienzo a poner de pie, me cuesta mantener mis piernas firmes, veo que todavía no estoy en el núcleo del vapor. Comienzo a vanzar con esperanza pero caigo de rodillas.

Mis ojos empiezan a arderme y mis heridas comienzan a hacerse más grandes. Veo una gran masa roja que se acerca a mí. El olor es más fuerte, entonces vomito.

—Por favor...déjame ir...—empiezo a decirle al vapor con esperanza de que me escuche.

Entonces vuelvo a tirarme al piso y poco a poco el negro invade mi visión.

VaporizaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora