3. The desire

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Yuri suspiró por milésima vez en esa tarde. El muchacho estaba tan perdido en sus pensamientos que no notó cuando su abuelo entró a su habitación. El mayor carraspeó para llamar su atención, le indicó que se acercara y tomó su pequeño rostro entre sus manos, inspeccionándolo detenidamente para tratar de descubrir lo que le pasaba desde días atrás. Sus ojos brillantes, su constante distracción y esos suspiros constantes le daban una idea pero esperaba que no fuera lo que creía, sería malo descubrir que su nieto estaba enamorado, él aún era muy pequeño para meterse en esos problemas.

Yuri desvió la mirada y se mordió el labio inferior, tomando las manos de su abuelo para zafarse de su agarre, pensaba que si era lo suficientemente inteligente, podría escapar un rato y ver si podía encontrar a ese humano.

—Yuri —su abuelo le llamó preocupado, algo cansado también—, dime que te tiene tan distraído.

Lo pensó un momento y luego de hacer un puchero, volteo a ver a su adorado abuelo.

—Me he estado preguntado... ¿cuánto vive un humano?

—Muy poco, Yuri.

— ¿Y qué pasa cuando mueren?

—El cuerpo muere y entonces el alma sube al cielo, por toda la eternidad.

— ¿Y por qué nosotros no subimos al cielo?

—Porque sin nosotros no existiría la espuma de mar.

—Quisiera subir al cielo...

—Yuri —tomó sus manos para obligarle a ponerle atención, eso le preocupaba, era más grave de lo que creyó—. No insistas en eso, por favor.

—Pero abuelo...

—Anda, piensa en mí, en tus hermanos y tus padres, no puedes abandonarnos aquí...

—Claro que no —le sonrió levemente, abrazándole con fuerza—. Jamás los olvidaría.

Nikolai cerró los ojos, lo que él había dicho y lo que Yuri planeaba era parecido...y no quería que se cumpliera lo que pensaba pero sabía que sería peor si lo obligaba a quedarse. Suspiró, abrazando con fuerza a su nieto, comprendiendo que todo lo que podía pasar estaría fuera de sus manos y no habría forma de evitarlo.

Besó la frente de Yuri, peino sus cabellos dorados con los dedos y le sonrió comprensivo, dejando que le ganara todo ese amor incondicional que le tenía a su nieto menor.

—Escucha, Yuratchka —acarició sus mejillas y suspiró—, quiero que tengas mucho cuidado...sé que eres de voluntad muy fuerte pero ahora me preocupa el daño que te puedes causar al elegir erróneamente.

—Yo...

—Sólo deseo que me prometas que tendrás cuidado y que te cuidarás.

Se mordió el labio y bajó la cabeza, apenado, se sentía mal con su abuelo por obligarlo a ser cómplice y por ponerlo tan triste, aunque agradecía enormemente su apoyo y no lo iba a desperdiciar.

—Te prometo que me cuidaré, que tendré cuidado y que trataré de volver.

—Si tu felicidad está allá arriba, entonces no tienes porque volver, si tu felicidad no está arriba, te prometo que te ayudare a regresar a casa.

—Gracias, abuelo —sonrió ampliamente, abrazándole de nuevo—. Te amo.

—Y yo a ti, mi pequeño Yuratchka.

—Y yo a ti, mi pequeño Yuratchka

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