Capítulo veinte

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En cuanto Orlando salió de sus aposentos comenzó a convencerse de lo que iba a decir frente a todos, pero lo que le preocupaba era su padre pues este podría traerle problemas además de que los demonios negros podrían estar aquí, estaba preocupado pero todo lo haría por Abel y el bienestar de los bebés que están por venir.

Cuando salió de la mansión se escucharon los gritos, los murmullos.

-¡Basta! –gritó Orlando con su voz de alfa asustando a todos menos a su padre

-¡Ahora me vas a decir exactamente qué demonios te está pasando! –dijo su padre poniéndose frente a él

-¿me lo preguntas después de haber traído a la arpía de Helena y a su hermana? –miró de Reojo a Estrella que tenía su brazo vendado y esta solo bajó la mirada

-¡Era tu futura esposa Joder! –gritó enojado

-¡Eso lo decidiste tú pero si no más recuerdo el que manda soy yo! –gruñó Orlando a su padre y este no dijo nada, Orlando se irguió y miró a todos- ¡y que les quede claro a todos el que manda soy yo! –rugió tal cual lobo y todos lo miraron asustados- ¡ahora mi futuro esposo Es Abel Balboa y nadie se opondrá, solo si lo que quiere es morir como lo hizo Helena...a mí nadie me reta! –gritó

-Orlando –la voz de Abraham lo hizo salir de su transe- Todos aceptamos a Abel, al menos tú manada porque Abel es el Elegido, nos salvó y le debemos mucho a él...eso no es lo que nos preocupa, lo que nos preocupa es que La manada de Helena quiera matarnos a todos pues no lo aceptarán –dijo

Orlando se dio cuenta de eso y suspiró- los derrotaremos, somos más –dijo con seguridad

-Ellos son más fuerte y son unas bestias, no podemos –dijo

-Hablaré con ellos y Abel también, él tiene el poder de la palabra –dijo

-Está bien –Dijo Abraham más tranquilo

-¡ahora la nueva noticia, tendremos cachorros de dos Omegas... August y mi prometido Abel! –dijo Orlando Orgulloso y Abraham lo miró sonriendo

-¡¿Qué?! –dijo el Padre de Orlando sorprendido y molesto

-Lo que escuchas, tendremos cachorros de dos Omegas y tú no harás nada para impedirlo, ¿oíste? –dijo amenazador

Su padre lo miró Molesto y gruñó- Eres un completo Idiota, ¡esto será la perdición de la manda! Romperás el linaje puro que tenemos –gritó

-Te equivocas, lo único que haré es quitar las estúpidas reglas que fomentaste en la manada –gruñó Orlando

-Lo único que lograrás es matar a Abel y a August si dejas que esos bastardos nazcan –susurró

-No lo voy a permitir y el que se atreva a tan siquiera tocarlos, lo mato –dijo con frialdad

-están perdidos entonces –sonrió con malicia y se giró- ¡vámonos! –Le dijo a la madre de Orlando y a Estrella- juro que te vas a arrepentir –dijo y se fue

-No quiero volver a ver que mi familia pise mis tierras... ¡¿entendieron?! –gritó

-si señor –dijeron los peones

-¿Qué haremos ahora? –dijo Abraham

-Cuidarlos y cuidar las tierras, puede que una guerra se desate... necesitaremos a los demonios negros –dijo Orlando caminando para entrar de nuevo a la mansión

-¿los vas a llamar? –preguntó con duda

-Claro, Abel no puede en estos momentos –dijo y suspiró- necesito también hablar con los padres de Abel –dijo y pasó sus manos por su rostro

-¿Les dirás que su hijo es un Omega? –dijo sorprendido

-lo tienen que saber, Abel desea eso –dijo

-como quieras, aun así debes ser cuidadoso pues los mortales pueden saber de la buena nueva y no queremos más bulas –dijo Abraham

-gracias –sonrió Orlando por tener a un mejor amigo como él

-Gracias a ti por cuidar de August y de mi bebé –sonrió y se retiró

Orlando estaba desesperado pues sabía que matar a Helena no fue tan bueno como esperaba, ahora tenía que tener más aliados de su parte para poder luchar.

¿Qué es lo que le espera a Abel y a su pequeño hijo? ¿Cuál es el más grande miedo que tiene Orlando y porque lo oculta tanto?

Descúbranlo en la segunda temporada "El dulce sabor del destino"

Embriagante Destino©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora