Le habían dicho que se trataba de una misión de rescate.
Su mejor amigo lo había convencido de que lo hiciera, y, en parte, necesitaba el dinero.
Necesitaba salvar a Kirsty. Tenía que salvarla. Pero en cuanto vio la realidad de la situación, y se encontró con que era algo más que un rescate, una guerra secreta que estaba en su punto inicial, supo que no había vuelta atrás.
Se rehusó al principio, él no pretendía matar a nadie, quería salvar la mayor cantidad de vidas posibles, pero con el tiempo su corazón se fue convirtiendo en una roca, dura helada y con barreras que protegían el preciado contenido. La guerra le había enseñado que era mejor no encariñarse, que era mejor ser indiferente. Que era mejor no sufrir, lo hacía más llevadero. Había seguido esa regla toda su vida, y no le había ido mal, allí estaba, vivo, y eso era algo.
Años atras, el muchacho joven y con ilusiones se hubiera reido si alguien le hubiera dicho que se convertiría en un ventiañero solitario, arisco e indiferente, pero ahora, el joven maduro se reía del muchacho iluso que había sido, del chico que creía poder salvar a todos, del muchacho que creía que toda vida merecía la pena, del muchacho que había aprendido que no todos sobrevivían en la guerra, y que había creado enemigos.
Había aprendido a usar su primera pistola a los diéciseis, y ahora era su arte. Podía dar en el blanco incluso con los ojos vendados, era su naturaleza, la pistola era parte de su cuerpo, una extensión de su mano. Algunas veces se lamentaba de ello, pero sus lamentos eran olvidados cuando recordaba por qué estaba en el ejército.
Sus ideales los conservaba bien guardados, enterrados junto con su personalidad tímida y valiente, enterrados junto con ese muchacho de diéciseis años. La guerra lo había cambiado, le había enseñado a no confiar, a engañar y, sobretodo, a sobrevivir. Nadie en ese lugar lo conocía realmente, nadie conocía sus secretos, y tampoco le interesaba que lo hiciesen.
Tan solo una persona conocía cada detalle de su vida, cada una de sus expresiones, cada uno de sus engaños, y era Minna. Ella sabía absolutamente todo sobre él. Lo leía con tanta facilidad que hasta él mismo se quedaba pasmado algunas veces. Ella era su confidente. Su mejor amiga, casi como una hermana, y junto con Kirsty eran lo más importante que tenía.
Habían crecido juntos, correteando por las calles de niños. Había peleado juntos, habían compartido trompadas juntos, siempre defendiéndose mutuamente, uno era los ojos del otro. Habían observado a Kirsty crecer, habían sufrido frio juntos, habían crecido en la calle juntos. Habían muerto de hambre juntos e, inclusive, habían robado juntos, cuando el trabajo era la opción más alejada a su realidad se habían visto obligados a robar las billeteras de los turistas, Minna era la emcargada de la distracción y él hacia el trabajo sucio.
Si bien su pasado no era el más limpio de todos, más siempre se había esforzado por ser un hombre de bien a pesar de su situación. No robaba si tenía otra opción, y siempre había priorizado las necesidades de Minna y Kirsty antes que las suyas propias. Las defendía como podía del ambiente turbio de las calles. Intentaba cuidarlas y alejarlas de cualquier peligro, intentaba guiarlas cuando perdían el rumbo. Ellas eran su familia.
Para él había sido muy duro, nadie había estado para decirle lo que estaba bien y lo que estaba mal.
Había crecido solo en un orfanato, sabiendo nada más que su madre lo había abandonado y dejado a su suerte, solo con la información de su nombre, Asus, como la identidad que se veía obligado a rellenar, pero cuando tuvo la oportunidad escapó.
No se dejó engañar por las tretas de la vida en la calle, no cayó en las peligrosas adicciones que los momentos de tristeza ameritaban. Se las rebuscó, alimentándose con las sobras de los restaurantes y abrigándose con los diarios desechados en las noche de frio.
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Ojos Blancos
Science Fiction-Señora. -una voz llamó a la mujer de rojos labios. La mujer se volvió, y se encontró con los ojos rasgados de Lux Barnes, mirándola agonizante desde el suelo, con la blanca bata manchada de rojo. -No puede seguir... -Claro que puedo seguir...