Jamás había estado así, jamás me había sentido de esta forma; enamorado. Suena irónico viniendo de mi parte, yo soy todo aquello a lo que el mundo le teme. Soy un asesino, un monstruo, soy destrucción. Jamás me había pasado esto, definitivamente, es lo mejor que me ha pasado; incluso cuando estoy muerto.
Pero ahora, no sé cómo reaccionar a esto, me he sentido de este modo antes, pero ahora es especial, ahora es diferente sólo por el simple hecho de que ella me ha gritado que me aleje cuando yo la amo.
La amo, no sabía cómo decirlo y lo que hice fue escribirlo en un pequeño pizarrón en su habitación. Estoy esperando y hay algo raro aquí. Se siente como antes, se siente a la muerte, pero no hay nadie aquí.
Mi cabeza se congela y mi cuerpo se tensa por la sóla imagen de ella así. La preocupación no abandona mi sistema. Ahora estoy en su habitación.
Puto infierno.
Hay un frasco de píldoras vacía y agua derramada en la cama. Y ahí está ella. Siento frío, el suyo.
La saco de esa habitación arrastrándola por los pasillos que conducen al baño mientras le grito cosas para que no muera, sé que eso es muy estúpido, y sé, de antemano, que ella no me escucha.
Nos meto a la bañera, giro el grifo y el agua helada cae sobre nosotros. No quiero que muera y meto mis dedos en su garganta con el propósito de hacer que vomite las pastillas.
Lo hace. Despierta, pero ya no es lo mismo. Sé que no ha sido suficiente. Sé que es demasiado tarde. Ella llora y yo tengo la culpa de eso. Ella ha muerto. Mi chica está conmigo ahora.
Tate Langdon.
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