Prologo

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Literalmente, se conocen desde siempre. Cuando ella nació, él y su familia fueron a visitarla a conocer a la nueva miembro de la familia Alexandré, las familia eran allegadas y en esa reunión él se acercó a la cuna y se quedó mirándola.

George la cargo y se la mostró mejor como para que no le obstruyera la cuna.

— ¿puedo cárgala? — preguntó el pequeño John (de unos tres años)

— No, no puedes — le respondió George — Sarah es muy pequeña para que tu la cargues.

— Es chiquita.

— Sí — le dijo George y entregó a Sarah a su madre.

John estaba ciertamente atraído por ver a un bebé, su madre estaba más bien celosa por no haber podido tener una hija, el embarazo de John fue complicado, tanto que ya no podia tener mas hijos.

Después se despidieron; por supuesto tendrán mas contacto, aunque tal vez nadie preciso el vínculo que ser formaria entre estos dos seres.

Se veían cada cierto tiempo y si había alguna actividad importante ellos estarían juntos.

Coincidieron en una boda, ellos eran los pajecitos y les valió muchas fotos caminar al altar agarraditos de las manos.

— Mira que tiernos se ven — comentaba la gente cerca de las orgullosas madres.

— Debieron haberle quitado los lentes a John — le dijeron a Abigail — lo hacen deslucir un poco.

— No ve bien sin los lentes, por eso los usa — respondió Abigail — además, mi John es un galán, con o sin gafas.

— Sí, tienes razón; y Sarah está preciosa — le dijeron a la madre de Sarah cambiando el tema — seguro será modelo también.

— Tal vez, ella es muy delicada, se parece a mi... y un poco a su padre.

— ¿y como te haces cuando los otros hijos de Patrick van a tu casa?

— Son chicos buenos, un poco bruscos, pero aman a Sarah y a su padre.

— No se llevan bien contigo, seguro que su madre les dice cosas sobre ti.

Alicia entonces cambió de tema, la participación de los niños acabo y ella se sentó junto a Sarah y su esposo y John se sentó con su familia.

La próxima vez que se vieron fue en una ocasión triste, Sara ya tenía unos cuatro años y no entendía lo que ocurría, John lo comprendía quizá un poco más, era un funeral. Alicia tuvo un fallo cardiaco, tal parece que no lo sabía, ella era una mujer aparentemente sana, no había nada que llevará a sospechar.

En medio del tumulto de la gente Sarah buscaba a su madre sin poderla encontrar, le preguntó a sus hermanos, pero estos no supieron qué decirle, ni como explicarle qué no la encontraría. Marcus y Augus debían cuidar a su hermanita mientras que su padre.

Cuando llegó la noche la madre de Marcus y August se los llevó y Sarah se quedó otra vez en el medio, siendo mirada con pena mientras que llamaba llorando a su madre. John, la encontró, se quedó junto a ella y la distrajo; esto se quedó en la memoria de Sarah...

Patrick (el padre) de Sarah estuvo distante un tiempo, se distraía con atender sus restaurantes; los Harrison tenían sus propios problemas, pues Dennis había tenido una recaída en el alcohol, y el tiempo pasó, unos dos años para ser precisos, este fue el periodo en que menos se vieron.

Pero todo cambió un día con una visita, Patrick Alexandre iba a volver a casarse.

— Dennis, Abigail. Hace tiempo no nos vemos ¿como han estado?

— Bien ¿y tú?

— Pues ya me ven un poco mas viejo— les respondió.

— ¿Y tus hijos?; ¿solo trajiste a la niña? — le dijo Dennis.

— Sí, los chicos ya no son tan chicos; Marcus está en la universidad, August está en Europa con unos amigos.

— Tus hijos tienen nombres muy romanos — le dijo Abigail.

— Sí — dijo la niña — menos mal a mi me nombro mi madre.

— Bueno, nuestro George está con unos amigos del Instituto terminando un proyecto y John está arriba.

Entonces Abigail llamó a su hijo menor, este después unos minuto bajo.

— ¿John por qué tardaste cuando te llame?

— Estaba jugando.

— Disculpen — dijo el padre — sabes como son los niños de estos días.

— Sí lo comprendo Sarah es así.

Los adultos comenzaron a hablar sin parar John como todo niño prefirió retirarse a su cuarto y seguir jugando Sarah estaba aburrida y se puso a dar una vuelta por la casa y vio a John jugando.

— ¿Puedo jugar contigo?

— No.

— ¿Por qué?

— Eres una niña Sarah. Apuesto que ni sabes jugar.

— Apuesto a que sé jugar y a que te gano.

John la miró, aquella niña lo estaba retando le pareció una victoria fácil y no fue así, Sarah fue muy difícil de abatir en la primera partida y ganó la segunda aunque John se llevó la corona.

— Eres buena para ser una niña.

— Eres bueno para ser un fanfarrón.

— Soy fanfarrón porque soy bueno; ¿cuantos años tienes ahora?

— seis. ¿y tú?

— ocho pero pronto cumpliré nueve.

— Eres alto para tener ocho.

— Eres fuerte para ser niña — le respondió en tono burlón.

Entonces estos dos comenzaron a hablar y a encontrarse algunas cosas en común, gusto musical, comida, pasatiempos y otras cosa y entonces John comprendió que en verdad Sarah no era como ninguna otra niña que él hubiese visto antes.

Los Aléxandre se marcharon y los Harrison se quedaron como siempre.

George llegó y John le contó sobre su juego con Sarah.

— ¿Me estas diciendo que una niña de 8 te venció en un juego?; — le dijo George burlándose.

— No me gano; aunque no fue fácil ganarle.

— Suena muy divertido... si Sarah es buena como para ganarte una vez.

Después de eso un día en la escuela entre los que entraban nuevos a la escuela John la distinguió, se acercó a ella y comenzaron a hablar como si ya hubiesen estado juntos desde siempre y aquello causó una reacción algo extraña entre los compañeros de clases de ellos.

Y es a partir de aquí en donde empieza esta locura.

Prometimos no amarnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora