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Cuando la palabra mudanza llegó a sus oídos, el menor de los Lee lloriqueó por tres noches enteras, él estaba acostumbrado a su vida a la lejanía de la gran ciudad atestada de personas, como lo era Seúl. Ahí no tendría a sus amigos, ahí no tenía a la chica que le gustaba y mucho menos a su abuela paterna, le dolía bastante tener que dejar su lugar natal, aunque sólo fueran unas cuantas horas de diferencia, pero no estaba conforme, ¡posiblemente perdería el año! puesto que estaban muy avanzados y a punto de terminar el mismo, ir de una escuela a otro sería un gran problema.

Para su hermano mayor no había sido nada del otro mundo, no se opuso, no lloró como él y no se mostraba tan afectado. Era obvio, Sungyeol era todo lo contrario a él.

Él era risueño, amigable y sociable, era una joya y un estuche de monerías.

Sungyeol era apagado, amargado, solitario y cerrado.

A él no le importa si su familia iba y venía por todo Corea del Sur, porque no le dolerían las despedidas, ya que no tenía amigos.

Mientras que él, tenía a Hyeri, la chica que había robado su corazón, tenía cuatro amigos espectaculares y media escuela alababa su persona, quizá era por su sutileza y sus delicadas facciones, pero aún cuando bien puede ser confundido con una chica, desprendía cierta masculinidad en el aire.

Pero vamos, era Lee Sung Jong, él y la palabra masculino no se llevaban, siempre usaba los tonos pastel en sus prendas de ropa y se arreglaba mejor que la misma chica que le gustaba, usaba mascarillas faciales y muchas fragancias florales, quizá, sólo quizá, podría tomar el papel de mejor amigo gay que cualquier chica quisiera tener en su vida, y Hyeri lo veía de esa forma, no se lo había dicho directamente pero las indirectas directas del eres mi mejor amigo, que a Sungjong le taladraban el corazón se lo dejaban claro a cualquier persona que estuviera en contacto con ellos.

Cuando llegaron a su nuevo vecindario se encontraron con una casa el doble de grande que la propia, bien sabía que su padre había obtenido una buena oferta de empleo, como la que siempre estuvo buscando y soñando y pareciera que las cosas iban a mejorar para ellos.

Aquel camión de mudanzas frente a su nueva casa le hizo sentir extraño, extraño ante las miradas incómodas de sus nuevos vecinos.

—Deja eso, cara de niña— Si bien, su relación hermano mayor-hermano menor con Sungyeol no iba de lo mejor, aquel sobrenombre lo hartaba. Él no tenía cara de niña ¡No tenía cara de niña! ¿Cuántas veces más tendría que repetir eso?

Bufó mientras tomaba las cajas marcadas con su nombre y entró a su nueva casa encontrándose con sus padres sorprendidos por el interior de la misma, él les sonrió, ahora vería los cambios de manera positiva, definitivamente, sabía que todo iba a mejorar.

Terminó demasiado cansado, había arreglado su nueva habitación, todo estaba, casi idéntico a su habitación del pueblo, con el pequeño detalle de que era dos veces más grande, pero le gustaba, porque ahora era su habitación propia y no tendría que compartir habitación con su hermano mayor, lo cual, era un alivio.

Sungjong era demasiado ordenado y Sungyeol lo único que hacía era volverlo un desquiciado; ropa interior tirada en el suelo, paquetes de comida basura por todos lados y los libros que solía leer siempre los encontraba en su cama, por eso, agradecía internamente el hecho de no compartir habitación con su hermano mayor.

Aún no pasaba de mediodía, o quizá sí, no había verificado la hora y estaba decidido en salir a dar un paseo por su nuevo vecindario, llevaba su teléfono consigo por si se perdía, era algo que siempre sucedía consigo, pero terminaba regresando a casa, guiándose por indicaciones tontas como, el carro de cierto tipo, el perro de cierta persona, o los gritos de cierta madre.

s t a l k e r ; MyungxJongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora