Asimétrico recuerdo

Capítulo 2: alevosía

Capítulo 2: alevosía

El día escolar finalmente había concluido. Las últimas asignaturas fueron matemáticas y biología. No eran las favoritas de la mayoría, tampoco de Lucía o Adrián. Los dos jóvenes se habían retirado, pero siendo los últimos en salir.

-¿No quieres qué te acompañe?-cuestionó el muchacho con cara de perrito faldero. En el transcurso del día había intentando pasar por completo de Lucía, pero ya no se resistía. Además no tenía puesto la ropa que cubría su rostro, haciendo así que el hablar con los demás fuese muchísimo más fácil. Las chicas quedaban anonadas por su belleza y simpatía, su aire de buenas aventuras. Los chicos se acercaban a él pidiéndole consejos para llamar la atención de las féminas. Había tenido un primer día muy sociable, para su buena suerte. No tenía algún buen consejo que dar. Además que, lo único que quería era proteger a Lucía, acercarse a ella, pero esta no accedía, más aun al voltearse y quedarse como piedra mientras observaba aquel rostro tan masculino.

Facciones bien marcadas. Ojos como un buen café negro. Sin rastro alguno de barba. Piel trigueña. Un físico de infarto para la mayoría de las mujeres, envidiado por algunos hombres. Hoyuelos que se escapaban cuando sonreía y un hermoso cabello muy lacio de un color demasiado oscuro, el cual hacía un juego perfecto junto a sus cejas pobladas y largas pestañas. Sus labios eran carnosos, un tanto rojizos, con una leve forma de corazón muy atractiva. Así era como lo veía la inmensa mayoría, hermoso donde sea que lo vieras, simpático con cada palabra que soltaba de aquella carnosa boca.

Sin embargo, para Lucía aquél rostro portador de tanta belleza no era para nada llamativo en aquel sentido. Lo único llamativo era el miedo que se asomaba al observar a ese muchacho. Cuando quiso correr luego de verlo así, no pudo, el intento fue en vano. Había sido retenida por un Adrián que la acorralaba en la pared del instituto. El chico llevaba nuevamente la sudadera gris que dejaba al descubierto sus inmensos ojos café. Podía sentir claramente la respiración del muchacho un tanto acelerada. Las mejillas del adolescente estaban muy sonrojadas, igual que las de Lucía, ambos demasiados nerviosos, más Lucía por su fobia. Adrián intentaba observar hacía otro lado. Mierda, aquel rostro tan dulce si que lo ponía muy nervioso.

-S-suelta-me, suéltame, por favor-suplicó la joven entre un par de tartamudeos. El miedo seguía vivo en ella, había aumentado al tener a Adrián frente a ella con ambos brazos a cada lado de la pared. El muchacho no había pensando en la acción que había cometido, simplemente había sido puro instinto.

-Y-yo lo siento,-alejó sus brazos de la pared, dejando así a Lucía con la respiración muy agitada. Para poder verla debía agacharse un poco, Lucía no carecía de una baja estatura, pero el joven le pasaba al menos una cabeza y media.- lo único que quería era acompañarte hasta tu casa pero no pensé en mis acciones. Yo nunca te haría daño, te lo prometo, Lucía. Jamás volvería a cometer una acción así sin tu permiso.

La sangre caliente se subió a las mejillas de la adolescente. No obstante, a duras penas podía creerle un poco.

-Puedo irme sola-pronunció fría.

Adrián no quiso soltar palabra alguna. No podía avanzar con Lucía. Todavía tenían que organizarse. El joven se dio cuenta que el contacto físico y su cercanía quedaban descartadas. Solamente funcionaba el cubrirse el rostro cuando tenía una buena distancia con Lucía.

oOoOoOoOoOoOo

En el transcurso del camino hacía su casa, la joven era víctima de varias miradas de españoles o extranjeros que la miraban como un caramelo. Lucía poseía un rostro dulce e inocente. Sus ojos eran grandes, grises, con unas largas pestañas negras. Su mirada si que era profunda. Sus labios eran de un rosado pálido y tenía unas pequeñas arrugas, sin embargo eran recompensados por su grosor. Su nariz, fina y respingada, junto a su piel nívea, tersa, sumando su cuerpo delgado, la hacían ver como una muñeca de porcelana.