13 de febrero

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Llega un momento en la vida en el que somos capaces de ver más allá de lo que anteriormente podíamos concebir. Podría ser el momento del cambio, algo propiciado por nuestras ganas de libertad. No obstante, hemos de saber jugar bien nuestras cartas.

Elisa está muy asqueada conmigo últimamente. Dice que todo está muy sucio y desordenado. No le quito la razón, pues llevo bastante despreocupado de las tareas del hogar desde hace un mes aproximadamente. De hecho, un día me arreó una bofetada porque tuvo que darle de desayunar a las niñas, ya que me quedé dormido por culpa del despertador. De todas formas, fue algo que agradezco. Me hizo despertar.

Sí, desperté y vi en qué se fundamenta todo cuanto me rodea, especialmente en la manera que tenemos de hacer las cosas. Mi mente en aquel momento se abrió y me hizo ver hasta dónde había llegado Elisa por ir en contra de mis "obligaciones", unas labores que, recapacitando fríamente, ella también puede llevar a cabo.

Fue justo en ese momento cuando volví a la cama, pero no por cuestión de sueño, sino por una necesidad que inundaba mi cuerpo, mi alma y mi mente por recapacitar. Tuve la suerte de poder atrancar la puerta y evitar que entrara.

A pesar de los golpes, a pesar del estruendo que formaba con sus gritos, conseguí viajar al que comenzó a ser mi lugar preferido hace cierto tiempo y desconectar. Lo necesitaba, era un requisito, algo prioritario ante cualquier otra cosa, pues prefería reflexionar en aquel momento antes de seguir con vida y ejercer como esclavo de Elisa.

Nada podía perturbar el temperamento que me rodeaba desde la cabeza a los pies en aquel momento. Pude recordar, desde mi nueva visión liberada de las cadenas del régimen absolutista al que estaba sometido desde que la conocí, todos y cada uno de los que ahora calificaba como amargos momentos que viví.

Sentí la necesidad de tener algo a cambio de tanto sufrimiento. Algo que me compensara por toda esta angustia vivida. Por un momento imaginé, como si de una novela fantástica se tratase, cómo hubiese sido mi vida en una sociedad inversa. Sí, aquella en la que yo hubiese desempeñado el papel de Elisa. A ningún hombre se le ocurriría llegar al extremo en que ha llegado la mujer en esta sociedad. Lo que sí está claro es que una sociedad matriarcal es algo ya insostenible. El hombre, tras esta época nefasta en la que vive, sabría cómo imperar una vez que la mujer asumiera su papel de criada, de sumisa. Es así como se podría alcanzar la estabilidad social, demostrando la ausencia de su autoridad sobre los demás.

Todo se paró, volví a mi perenne realidad tras unos minutos de reflexión. La puerta de mi habitación había sido fuertemente forcejeada. Afortunadamente o no, el camión de bomberas y la policía habían llegado y Elisa cambió de acción y comenzó a insultarme, pues se pensaba que yo era quien había reclamado la ayuda de las autoridades sin haberse percatado de que el teléfono no estaba en la habitación.

Las niñas lloraban y solamente oía ruido. No podía entender nada, se trataba de un desorden sonoro incomprensible, hasta que, de repente, un hacha traspasó la puerta. Era ella. Venía a por mí.

Cerré los ojos y, por un momento, pensé que había conseguido entrar. Acto seguido, escuché el mismo estruendo y me di cuenta que sí había alcanzado a destrozar por completo la puerta, pero que las causantes del primer derrumbamiento fueron las profesionales, quienes consiguieron pararle los pies a Elisa antes de intervenir con el hacha.

No daba crédito tras lo sucedido. Nunca pude imaginar que llegase a ese punto. Y todo por culpa del papel de la mujer en esta sociedad. Qué injusticia.

Solamente nosotros, como humanos, tenemos la culpa de la radicalización de los roles en esta sociedad llena de prejuicios. Si no es bueno ser como un animal, ¿realmente somos racionales deseando lo contrario a lo que vemos erróneo sin lugar a duda?

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⏰ Última actualización: Jul 22, 2017 ⏰

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