19 de marzo

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Existen muchas razones para ser como animales: estar destinados a hacer algo en esta vida, que único sea nuestro destino. Existen muchas otras para afrontar esa ceguera, saltarse las reglas y emigrar a un mundo racional. ¿Qué tendencia es la más beneficiosa?

Tenía 26 años cuando Elisa me propuso ir a vivir juntas. No sabía qué decir, era algo que no medité previamente, pero estaba cohibido, no podía escapar. Me encontraba en el centro de un aro de fuego cuyo diámetro era del tamaño de un lápiz. Hasta que acepté. Entonces mi vida cambió. ¿Para bien o para mal? Se supone que es un paso que acabaría dando con el tiempo, pero nadie me consultó si estaba realmente preparado o no.

Ahora tengo una vida más bien monótona. Todos los días son iguales, incluso cuando es fin de semana: despierto a las niñas, les doy el desayuno y las llevo al colegio. Acto seguido, voy a trabajar, haciendo un descanso de hora y media para comer y relajarme un poco. Cuando llego a casa, hago la cena y, una vez que recojo la cocina, me doy una ducha relajante y me voy a la cama lo antes posible para poder afrontar otro día más. Realmente el domingo también trabajo, aunque no vista el uniforme de limpiador y no vaya a las oficinas. Ejerzo la misma función, pero en casa, mientras las niñas van con su abuelo y Elisa practica con la tuba. Es aficionada desde pequeña, aunque nunca ha recibido formación profesional.

Podría decir que mis hijas tienen gran capacidad de análisis, pero aún tienen ciertas dosis de inocencia, pues no han alcanzado la madurez. Sin remordimiento alguno, un día tuvieron el atrevimiento de preguntar a su madre por qué solo yo intervenía en las tareas domésticas. La respuesta era más bien obvia, aunque quizás no era tan evidente su enfado, pero estaba más que justificado, ya que el simple hecho de asistir ocasionalmente a algunos eventos de índole musical explicaba su ausencia en dichas actividades.

La verdad es que nunca he tenido ninguna afición como la suya, lo que me permite llevar una mejor organización del hogar, algo nada atípico. Digamos que ya me he hecho a este modo de vida. No obstante, extraño en cierta parte mi juventud. Salía todos los fines de semana con mis amigas, siempre que no tuviese mucho que estudiar, pero cómo envidiaba a mi hermana. A pesar de tener la misma edad, le dejaban estar más tiempo fuera y mis madres eran más permisivas con ella.

Bueno, toda parte buena tiene su desventaja, y es que gracias a la prudencia de ellas, pude salir adelante en los estudios, y aunque ahora no esté trabajando como asesor de marketing, me llena el conocimiento adquirido.

INVERSIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora