Hola Katie, te estoy escuchando cantar Wonderful life, y esos versos que dicen "I need a friend / to make me happy / not so alone", me hicieron sentir identificado. Ya sé que la tuya es solo una entre muchas versiones de una canción de Black. Es más, te confieso que no me pareció una versión especialmente extraordinaria. Simplemente la escuché por casualidad, en Spotify: la canción fue elegida automáticamente mediante un algoritmo despojado de emociones, diseñado para ofrecerme canciones que pudieran gustarme: un mecanismo racional diseñado para conectar con mis emociones. Y vaya si lo logró. Yo venía sumido en mis pensamientos, como siempre, y entonces escuché esa estrofa, y sin alcanzar a darme cuenta me encontré llorando. No me pasa muy seguido eso de ponerme a llorar. Me tomó desprevenido. Debe ser que yo también necesito un amigo y también me encuentro solo. Puse tu canción varias veces. Me hace bien escucharte y recordar que ésta es una wonderful life, en un wonderful world. Como te decía, realmente no sé que tiene de especial tu interpretación, pero te escucho cantar y te creo, y siento que me lo estás cantando a mí, así que en vez de dejarme llevar por la racionalidad y recordarme que no me lo estás cantando a mí porque ni siquiera me conocés y que ni siquiera vos escribiste esa canción, y que ni siquiera Spotify me conoce y simplemente hace funcionar un algoritmo, prefiero dejarme llevar por lo que siento y por eso te escribo. Sé que es apenas una excusa, ¿pero qué cosa en esta wonderful life no es una excusa? Yo tengo un hijo al que amo, y una mujer a la que amo, y también hay otros miles y millones de niños y de mujeres en el mundo, muchos más que las versiones de tu canción, pero yo amo a los míos como a ningunos otros. Y eso también es una excusa, una excusa para la supervivencia de nuestra especie o algo por el estilo, porque nada me impediría amar del mismo modo a cualquiera de las otras versiones de mujeres y niños del mundo, incluso hasta seguramente habrá mujeres y niños con atributos que objetivamente los harían queribles para mí, pero los amo solamente a estos porque son los que me tocaron. Así que por eso es que ahora, con esa misma arbitrariedad con la que ocurre todo en este wonderful world, te elijo a vos como amiga, y aprovecho para escribirte unas cosas que necesito contarle a un amigo. Resulta que mis amigos están lejos, querida Katie, y aquí donde estoy viviendo no tengo ningún amigo de confianza para contarle estas cosas.
Yo nací en Buenos Aires, y ahora estoy viviendo en un pueblo del "interior del país", como se le llama a todo lo que está afuera de la capital. Justo ahora en unos días tengo que viajar a Buenos Aires, pero trato de hacerlo lo menos posible. Tengo una cierta fobia a las rutas. Todo me parece tan frágil. Mi propia vida, el equilibrio en que se sustenta. Porque por momentos soy inmensamente feliz. Sobre todo en los momentos más sencillos: las mañanas tranquilas en que nos levantamos y tomamos un café con leche con mi mujer y miramos a nuestro hijo y jugamos con él; cuando estoy con mi mujer en el calor de nuestra cama y la abrazo. Es una felicidad tan sencilla y plena y hermosa. Pero al mismo tiempo me parece que todo es tan frágil, que podría derrumbarse en cualquier momento. Por eso no me gustan las rutas, la violencia de los automóviles circulando a una velocidad potencialmente asesina. No me gusta nada de lo que amenace el equilibrio sencillo de nuestra vida. Y lo peor de todo es que por más que intente refugiarme de todos los peligros externos, a veces las amenazas provienen de mi propio interior: de mi propio deseo, sin ir más lejos.
Todo cambió en mi vida hace poco más de un año, en un momento en que se abrió una puerta y me encontré con un sentimiento que no tendría que haber tenido. Te lo cuento en tiempo presente para que te hagas la idea: son las cinco o seis de la mañana, mi hijo recién nacido se despierta, Marcia y yo nos levantamos y la niñera, en la otra habitación, se apura a cambiarse. Confundidos aún por el sueño, los tres vamos y venimos mientras el bebe llora. Pero la puerta está abierta y Rosa prefiere cambiarse sin perder el tiempo necesario para ir y cerrar la puerta antes, y yo, que instintivamente levanto la mirada para ver si ella viene a nuestro rescate, no puedo evitar ver la silueta de una teta, aplastarse primero mientras ella eleva sus brazos, y luego volver a hincharse antes de ser cubierta por la tela; cierro los ojos inmediatamente y es peor, porque los fotones ya habían entrado por mis ojos y la imagen había quedado grabada para siempre en mi mente.
![](https://img.wattpad.com/cover/117011493-288-k821579.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Vida de pueblo
General FictionNada es lo que uno creía cuando viaja al interior del país y de uno mismo. Ni las costumbres de la gente ni los propios sentimientos. Estoy escribiendo esta novela desde hace siete años. Ya está casi terminada, aunque sigo corrigiendo partes. Public...