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Empezaba a oscurecer, miré el reloj del móvil y vi que ya eran la 8 de la tarde

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Empezaba a oscurecer, miré el reloj del móvil y vi que ya eran la 8 de la tarde. Había andado durante 4 horas casi sin parar y ahora estaba sentada en un banco en la parte más alta de la ciudad, en un pequeño parque que tenía vistas de casi toda periferia.

Durante el tiempo de reflexión me di cuenta de que no estaba enfadada, sino que solamente me encontraba en medio de una mierda que tenía ganas de tocar los cojones.

¿Desde cuándo hacía que mamá y papá se veían? ¿Acaso ella no recordaba lo mal que lo había pasado ni como nos hizo sufrir a nosotros?

Desconecté los auriculares y miré las luces de la ciudad, me sentía pequeña en la inmensidad de esas casas, de esos parques y de esas personas llenas de trabajo y vida que habitaban en el lugar. Una lágrima rebelde resbaló por mi mejilla y poco a poco no las pude contener. En ese momento estaba tan abajo que ni con un propulsor hubiera podido subir de ánimo.

Cerré los ojos y puse las manos en mi cara, apoyándome en las rodillas. Me dejé llevar por la música metafórica de la ciudad; el ruido de coches en la lejanía, el cantar de los pájaros, en los árboles de mi lado, y las hablas alborotadas de la gente.

¿Cómo había podido yo llegar hasta este punto? ¿Tan horrible persona era?

-¿Un mal día? -me sorprendió una voz masculina. Yo me giré secándome las lágrimas y me encontré con una mirada penetrante de ojos verdes, escondida bajo la capucha de su sudadera.

Me lo quedé mirando unos segundos mientras él esperaba una respuesta, después me giré hacia delante y esperé a que el chaval se fuera.

-Tranquila, sea lo que sea, va a terminar pronto -Dijo el chico acomodándose en el asiento-. Yo también estoy pasando por un mal momento pero, sé que todo se arreglará.

- ¿Qué haces? -Pregunté sin entender por qué un desconocido me contaba su vida.

-Te he visto aquí y me ha parecido un buen acto venir y reconfortarte -Contestó él encogiéndose de hombros.

-Pero si no me conoces.

- ¿Acaso eso importa? -Dijo para después añadir más bajito- chica del pijama amarillo pollo.

-No puede ser, ¿es qué voy a encontrarte a todos lados? -solté levantándome rápidamente y girándome hacia él.

Lo que faltaba.

El roba ascensores se quitó la capucha y pude ver su rostro al completo.

-Sí, yo también creo que nos hemos visto demasiadas veces en muy poco tiempo. Pero ya ves, debemos aprovechar que hay alguna cosa que nos ha hecho encontrarnos hoy, ¿No?

Y para hacer la situación más deprimente el chico sonrió. Aunque su sonrisa fue sincera, mis defensas anímicas estaban bajas y también mi energía para mantener mi escudo contra los desconocidos.

La Chica Del Pijama Amarillo PolloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora