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Abrí los ojos de golpe, me dolía el cuello y me di cuenta de que no me había movido casi nada en toda la noche

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Abrí los ojos de golpe, me dolía el cuello y me di cuenta de que no me había movido casi nada en toda la noche. Miré la hora en el despertador y maldije a todos los horarios. Aunque estuviéramos a sábado, yo tenía muchas cosas que hacer.

La primera de todas, revisar el contenido del paquete de mi abuela. La segunda, arreglarme para ir a trabajar.

¿He dicho trabajar? Quería decir ir a buscar trabajo, entregar curriculums y poner la más bonita sonrisa en mi cara para parecer alguien que merece la pena ser contratado. Y, aunque parezca fácil, no soy fan de poner una bonita sonrisa en mi rostro.

Me levanté y, poco a poco, me trasladé al comedor, al llegar, vi a mi hermano sentado en una silla, mirando su móvil y sonriendo por dentro.

-Buenos días -Solté sin ánimo justo después de bostezar. Él me observó, dejó el móvil y tragó saliva para decir algo.

-Hoy tengo carrera -Mustió como si lo que dijera fuese la gran maravilla.

-¿Qué? -Grité poniéndome las manos en la cabeza para acabar gesticulando como una loca.- ¿Estás de broma? ¿Acaso no te bastó una vez que ahora ya quieres suicidarte al completo?

-Esta vez es distinto -Declaró levantándose y moviendo los brazos explicándose -. Se hará en otro lugar y habrá mucha más seguridad.

-¿Te crees muy Hache*, verdad? -Volví a exclamar apuntándolo con mi dedo en el pecho. Estaba dolida, atemorizada y sabía que no podía dejarle ir-. ¡David, te lo prohíbo, no irás a ese maldito lugar!

¿Cómo se atreve ni siquiera a plantearse volver a correr? ¿Cómo puñetas puede hacerse esto, otra vez?

-¡Tú no me dices qué hacer y qué no hacer! No eres nadie, absolutamente nadie. -Escupió para dejarme sola en el comedor, y cinco segundos después, sola en casa.

Al oír la puerta cerrándose de golpe, me apoyé en una pared, me encogí sobre mis rodillas hasta que el trasero tocó el suelo, y me quedé allí, tirada con las patas muertas, los brazos colgando de mis hombros y completamente fuera de sí.

¿Por qué mi hermano era tan estúpido? ¿Acaso no se daba cuenta de adónde se metía? La maldita chusma de la ciudad estaba allí, apostando por idiotas como David, y que les importa una mierda quién muera o quién viva para contar su historia.

Me gustaría decir que mi hermano tiene la suerte de los libros, esos personajes que tienen una salida para sus locuras, pero en esta realidad, en este momento, las carreras no son de libro, y las muertes son reales. No solo basta con llorar unas lágrimas por tu personaje, tampoco funciona el maldecir al escritor. Aquí la verdad es cruel, y las vidas se pagan caras.

Estuve empanada durante no sé cuánto tiempo, y gracias a mi móvil conecté otra vez con mi asquerosa vida. Abrí la pantalla y me encontré conun mensaje del número desconocido.

La Chica Del Pijama Amarillo PolloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora