Soledad.

11 2 0
                                    

Siempre he creído que que todo es mi culpa, que todos estarían mejor sin mí. 

Cada vez que pienso este tipo de cosas, una sensación rara arropa todo mi cuerpo. Al principio se siente extraño, es un punzante dolor en mi pecho, pero poco a poco me acostumbro a ello. ¡Incluso he llegado a pensar que me gusta!

Sin embargo, nunca he podido descifrar qué era.
¿Qué es esa sensación?
Puedo describírtela, aunque a lo mejor mis palabras no son suficientes, a lo mejor tú también tienes que sentirla para poder explicarla o saber de qué tipo de sensación te estoy hablando. 

Es fría. Muy fría, sin embargo, hay algo de calidez en su tacto, algo de protección. 

Te sientes bien en sus brazos porque sientes que no te pueden hacer daño. ¿Sabéis eso que hacen los niños de cubrirse con las sábanas cuando tienen miedo por la noche? Creyendo que no les va a pasar nada así, que les protegen. Pues lo mismo. La misma tonta ilusión y la misma barra protectora invisible, que, realmente no hace nada. 

Sin embargo, aunque al principio te sientes protegido, luego empiezas a sentirte más agobiado, como si te estuviesen atando los pies. No puedes andar como lo hacías antes, algo va mal. Pero sigues recurriendo a esos brazos, creyendo que te hacen bien.

Poco después, tus manos también están sujetas. Sientes que no puedes hacer nada por ti mismo, que te tienes que dejar llevar para poder sentir algo nuevo.  Pero recaes en ese amor incondicional que te aporta un sentimiento que ni si quiera conoces. 

No pasa mucho tiempo hasta que todo tu cuerpo pesa, todas las personas te miran, todos te preguntan, pero tú alejas a cada una de las personas que quieren acercarse a ti. No las necesitas, tú ya la tienes a ella. No necesitas a nadie más. Te auto-convences de ello.

Pasan los minutos, las horas, los días, lo meses... Nada cambia, ella no está, o quizá está demasiado presente.

No te permite sentir, no te permite disfrutar, no te permite salir de sus brazos. Te ha encarcelado, es demasiado tarde, ni si quiera llegas a ver dónde ha dejado la llave de tu jaula. No puedes hacer nada. 

Vuelves a sentir tu corazón latir, un atisbo de fuerza y de esperanza llega a ti. Te levantas y vas hacia los barrotes. Los intentas doblar, los intentas romper e incluso intentas meterte entre ellos, pero es inútil, esa no es la salida. Te aturde el pensar que nunca vas a poder salir de ahí. Que nunca vas a sentir amor, felicidad, tristeza, añoranza... Nada. 

Tu corazón, tu ser, todo tú, está completo de un puñetero vacío lleno de soledad. 

¿Cuál es tu historia?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora