"AMOLAD no me pertenece, es propiedad de The Snipster"
El nombre de aquel dios de cabellos hacia atrás y mirada bermellón lleno de desconcierto el corazón frágil del benefactor, ¿Por qué su padre había creado un ser capaz de incitar la destrucción?, sus ojos estaban llorosos por la sorpresa, sintió la boca seca, un desazón en su ser.
La sonrisa del alto señor destructor que permanecía con cuerpo humano, le confirmo sus sospechas, él era el causante de aquella nueva divinidad.
— Vida, tienes que llevar a Guerra a conocer al resto — le ordeno Ithis, quien ya se encontraba con la apariencia imponente, sentado en trono de oro y cuarzo, su hijo dio una reverencia y miro al nuevo dios, estaba algo perdido, este observaba a los seres monumentales a su lado, y después a Vida, la piel verde y aquella imponente arma,la imagen del benefactor hecho una furia no era buena señal.
Vida le ordeno a seguirlo, las aves ayudaron a escoltar al recién llegado por los pasillos del lugar, los cuales lucían agrietados por la explosión, las alas metálicas del benefactor, tan imponentes fueron guardadas como una escapula en su espalda, ese ceño fruncido que se fue desapareciendo tras varios suspiros por parte de la divinidad que intentaba calmar sus emociones, el nuevo dios se sintió atraído, la esencia de Nim se alertó en su interior, sus ojos brillaron e intento hacer funcionar algún poder, sacar algún arma como su contrario, pero nada, fue en vano.
— ¿Qué haces?— pregunto Vida, al ver la frustración en el rostro de Guerra, era curioso, las facciones se le descompusieron en un rictus de horror, al comprender que a diferencia de Vida, él no tenía armas.
— ¿Por qué no tengo armamento? — las palabras fueron dichas con acidez, el desconcierto se clavó en la mirada del dios de ojos chartreuse.
Ithis no le había dado armas a Guerra, en parte para hacer una línea notaria entre este y el benefactor; pero pronto Vida entendió que la fuerza física no tenía que ser siempre un arma, con el pasar del tiempo, los humanos comenzaron a experimentar los dones del nuevo dios, quien frustrado por no ser un armamento andante como el dios verde, se desquito con las creaciones de este.
Como todos, Guerra tenia un don con los humanos, el no destruía como su padre, quien tenia poderes titánicos, no, él contaba con el poder de que las creaciones de Vida sintieran el sentimiento de hacerlo por sí mismas, la ira, frustración, y el enojo envolvía a los humanos, quienes se volvieron las mejores armas para molestar al benefactor.
Pronto la aguda lengua de los líderes, aquellos que eran bendecidos por el dios, era suficiente para desatar la destrucción. Los dioses entendía que el trabajo de Guerra consistía en eso, Fortuna debes en cuando bendecía a los líderes, y los que merecían perder eras seguidos por Infortunio, que debido a Guerra tenía más trabajo.
Sabiduría admiraba que los "carnosos" usaran sus habilidades mecánicas en aquellas luchas, incluso cuadros y esculturas eran diseñados por esas batallas para el deleite de Musa, y el miedo ocasionaba que se usaran los poderes de Angustia.
Vida como el benefactor, solo se aislaba de aquel dios, entendía que eran órdenes de Ithis, no podía interferir, Médico se enfuscaba, odiaba que sus habilidades fuera explotadas por lo que para ella fueran caprichos, Amor también odiaba todo eso, las luchas humanas con violencia la ponían mal.
Vanidad se maravillaba con Guerra, era un dios elocuente, con una mente aguda y una don del lenguaje excepcional, embalsamaba, aunque su labor se viera opacada por aquellas sanguinarias batallas, y el odio ocasionara que no se percibiera las bellezas de la creación de Vida, su frágil y enamorado corazón se rendía ante ese dios, de gallardas palabras y planes futuristas.
Muerte, como el juez y otra parte del equilibrio estaba totalmente en contra, el odio entre las creaciones de Vida, las matanzas sin propósito, los enormes destrucciones, y sobre todo, ver a su pareja de eones sufrir, lo tenían molesto.
En Ithis había reglas, debían de ser aclaradas.
Tiempo solo miraba, el futuro se mostraba cambiante, y el presente se veía nubloso por culpa de aquel dios de ojos rojos, suspiraba en su torre, esperaba que Ithis no se equivocara con aquellas precipitadas decisiones.
Mientras tanto, Guerra suspiraba, los centuriones, sus sirvientes esparcían sus "dones", por lo cual el descansaba en Ithis, en ese momento se encontraba observando a las belladonas y supo que Vanidad estaba cerca, la diosa era la más hermosa, y poseía una voz portentosa, en ese momento su melodía era escuchada por él en silencio, la joven portaba un vestido digno de una fiesta, color rojo, "como sangre" pensó con una sonrisa; se acercó por la espalda, para verla de cerca, ella ajena a todo seguía cantando.
— Usted tiene una voz maravillosa — la interrumpió, con una sonrisa en el rostro, que se incrementó al ver el jadeo y sonrojo que cubrió en las mejillas de la diosa.
— Guerra...
—... Lamento asustarla, puedo escucharla, sus cantos traen algo de paz a mi alma.
Vanidad estaba halagada, por Musa y el resto sabía que su voz era hermosa, era egocéntrica, era parte de su naturaleza, al ver que el dios de las calamidades, sentía paz por su presencia y voz, era sin duda el mejor de los cumplidos.
— C-claro, usted puede acompañarme si desea, su presencia no me molesta — murmuro ella, moviendo su cabello con coquetería, Guerra fingió una mueca de tristeza, era un maestro en la mentira, y la manipulación.
— ¡Oh! Me alegra, sabe la mayoría me teme, creen que soy malvado, es mi naturaleza hermosa dama, no puedo no serlo, pero tampoco soy despiadado, adoro las cosas bellas, puede que no me crea...
—... Le creó, no pienso que Ithis lo dejara aquí si usted fuera malvado — le dijo con una sonrisa, las belladonas espacian sus polvos en el aire, ocasionando partículas luminosas, que daban una atmósfera mágica.
— Agradezco eso, sabes... a pesar del imperio que instalas, con el solo brillo de tu mirada, con tus ademanes de diva, con esa extraña actitud con la que aparentas hacerle favor a la vida, a pesar de eso... dulce señorita, necesito de su compañía* — tendió la mano enguantada hacia ella, Vanidad nunca había recibido un poema, elogios por montones, cumplido por su belleza, pero nunca por su alma y habilidades.
Aceptado aquel gesto, los encuentros fueron más seguidos, las noches de canciones y platicas eran compartidas, Vanidad no sabía ni adivinaba que lo que Guerra quería era una aliada, el entendía que pronto las cosas en el mundo humano cambiaria, y que las circunstancias lo llevarían a pelear, por eso ocupaba una persona que le fuera fiel a pesar de todo, y que mejor que una mujer hermosa.
Un beso, una caricia, era todo lo que la diosa necesitaba, era tan sencillo para Guerra, solo alimentarle la esperanza, elogiarla, y tenerla, no había ciencia al respecto, tal vez si amor hubiera prestado atención, si los demás no vieran esa relación como algo normal, pudieron haber visto que solo sembraba una enemistad entre la diosa de la belleza y el dios juez de almas.
Y sobre todo, la falta de interés por parte de Guerra en Vanidad, pero como nadie era lo suficientemente empático, todos eran egoístas en sus labores y herméticos con sus relaciones, nadie previo que Guerra maquilaba un plan, uno fuerte para romper algo que le molestaba, con Vanidad a sus pies era cuestión de tiempo, era hora de acabar con el equilibrio. Era hora de romper aquella unión, su momento de destruir al Benefactor.
N.A. Chan chan, okey esto me tomo demasiado, fueron un mes para acabarlo y no sabía cómo poner a este pequeño hijo de fruta, insisto como en mis otras historias, esto es MI visión de la historia, obviamente no sabemos cómo será Guerra, si su amor era sincero, y sobre todo la mención de sus sirvientes como centuriones es invento mío. Acabada esas aclaraciones, nos vemos luego. Saludos.
*el poema que le dice Guerra a Vanidad fue un anónimo que me tope en Internet jajajaja
* Por favor lean la letra de la canción, no pude haber hallado mejor tema para Vanidad XD
ESTÁS LEYENDO
La guerra y la paz. (AMOLAD)
Fiksi PenggemarLa historia de Guerra llevo a la separación de Vida y Muerte, un amor olvidado, una venganza consumada. Portada por Niku Hitori