Capítulo 8: "Por segunda vez"

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- ¡Salta sobre mí! - grita mi padre, que tiene una armadura que le hace parecer como tres veces el mismo - ¡Abalánzate como lo hiciste con el vampiro de los azotes!

- ¡Eso intento – chillo – Pero no puedo! No puedo luchar sin encontrar rabia, papá, es todo lo que necesito, no hace falta que me entrenes para eso, creo que sé como pelear, me sale de dentro.

Mi padre se acerca y me mira sorprendido.

- Has nacido sabiendo luchar. La profecía es más fuerte de lo que esperaba.

- Soy un bicho raro – replico.

- No lo eres – me mira fijamente a los ojos – Eres bella, fuerte...

- Pero puedo convertir a un humano en un vampiro. Y soy la única persona que puede hacerlo. Definitivamente, soy un bicho raro.

Siento un ruido y veo a Zayn que entra en la sala de entrenamiento. Desde la noche de la pelea ni me ha mirado, y eso me ha dolido, pero tengo orgullo y no voy a decirle nada.

- ¿Cómo está Liam? - pregunta mi padre, jadeando.

- Está bien – Zayn me mira de reojo – Le quedan unas dos semanas más.

- Pero eso es demasiado tiempo, tienen que ir ya – mi padre suena enojado y preocupado.

- Lo sé – murmura – Pero no voy a ponerle en peligro.

Le mira desafiante y se va como ha venido, serio y silencioso. Mi padre vuelve a caminar hacia mí y me mira a los ojos.

Hace tres días que estamos entrenando, y no he conseguido atacar ni una sola vez.

- Hija... - comienza mi padre, vacilando – Ah... esta tarde tienes que irte con Louis fuera un rato, ¿sí?

- ¿Por qué? - pregunto curiosa.

- Ellos quieren enseñarte unas técnicas de entrenamiento al aire libre... o en la sala especial de entrenamiento – explica, no muy convencido – Después de comer saldréis los tres.

- Vale.

Me despido de él con un beso y corro a mi habitación. Después de que Zayn dejara de hablarme automáticamente, me trasladé con mi padre, no quería incomodar a nadie.

Cuando entro, me quito la ropa sudada por el nerviosismo y me meto en la ducha. Salgo al rato y me visto con unos vaqueros y una camiseta ajustada, que deja al descubierto mi ombligo, hace calor aquí dentro, aunque fuera, el frío siempre arrecia.

- ¡An! - exclama María - ¿Cómo te ha ido en el entrenamiento hoy?

- Pues como los dos días anteriores – respondo, apesadumbrada – No he conseguido atacar, sólo la rabia hace que saque mis fuerzas.

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