Capítulo 11: "La Maldición de la Piel"

65 5 0
                                    

Persigo algo o a alguien, no lo sé. De lo único que soy consciente es de que mis piernas se mueven de forma automática mientras yo miro al suelo como si me fuera la vida en ello.

Levanto la mirada después de pensarlo durante un momento, por si lo que me pueda encontrar sea algo malo.

Puedo ver a quién sigo. Es una persona, que se mueve por el camino de tierra sin hacer sonido alguno. De repente, deja de andar y se para. Deseo parar yo también, pero no puedo hacerlo, así que me choco contra la persona extraña.

Esta me coge de los brazos y me une las muñecas con una mano mucho más fuerte que la mía. Se quita la capucha que le cubre la cara, pero no puedo ver su rostro, hay una densa niebla de oscuridad que lo cubre. Parece que me mira.

- Eres muy especial entre los de tu especie, por lo que me han contado – su voz es grave y melodiosa, me resulta agradable oírla.

Intento decir algo coherente, pero las únicas palabras que salen de mis helados labios son:

- ¿Quién se supone que eres?

- Deberías saberlo – responde, con toda la naturalidad – Seguro que te suena mi voz – y me aprieta más las muñecas.

Siento un dolor agudo en el cuello, pero él no me está tocando. Algo se está dibujando en mi cuello. O algo me está cortando.

- Seguro que te preguntas qué demonios te estoy haciendo – ríe, y siento terror. Sin esperar respuesta, sigue hablando – No te lo voy a decir, cariño. Pero sí voy a advertirte de una cosa, no me he colado en tus sueños sólo para esto. Teme por tus amigos, porque peligran mucho más que tú, en todos los aspectos.

- ¿A qué te refieres?

- Su voluntad es tan fina como un hilo, su ego puede romperse como se rompe un vaso de porcelana. Sus lágrimas caerán como se derrama un vaso de agua. El dolor los volverá locos, yo los volveré locos, y tú estarás ahí presenciando todo, con esos ojos bien abiertos.

Noto como los ojos se me humedecen, y noto el impulso de restregármelos, pero tengo las muñecas aprisionadas con su mano. Trato de concentrarme en su voz durante las amenazadoras palabras, pero no sé... Tengo un vago recuerdo de su voz, pero es como si no pudiera acceder a mis recuerdos...

- Adiós, jovencita – murmura, mientras se acerca a mi oído – Me alegra ver que todos esos correazos te han hecho un poquito más dura.

Gonzalo.

Antes de que pueda reaccionar, se esfuma de delante de mí. Abro mucho los ojos, pero no puedo ver a nadie. Escucho una risa ahogada por una mano que tapa la boca.

Pierde El ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora