Diferente

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Diferente

En alguna de sus tantas charlas existenciales con Anya habían discutido sobre cuál sería la mejor situación en la que la muerte podría hallarlas y no les importaría en absoluto. En aquel entonces no había dudado en responderle que aquello sería teniendo sexo con alguien, y ahora más que nunca podía reafirmarlo. Que el calentamiento global subiera las aguas e inundase Manhattan; que los putos extraterrestres aparecieran de una vez y dominaran la ciudad; que un meteorito gigante arrasara con todo el jodido planeta. Le daría total y absolutamente igual, y hasta lo aceptaría con una sonrisa.

Siete. Siete jodidos orgasmos en tres horas, y solo contando los suyos puesto que había perdido la cuenta de los de Lexa después del noveno. Era un récord. Pensaba que jamás superaría los cuatro que tuvo con Nyilah, su última ex novia, tras un viaje de fin de semana que había realizado a Atlantic City, pero estaba equivocada. Y, mierda, cómo se alegraba de que así fuese. Además, algo le decía en su interior que aquel no sería el último.

Era consciente de que sonreía como una tonta, y a estas alturas no le importaba. Llevaba tiempo sin sentirse así, tan satisfecha y de buen humor. Estaban con la cabeza en extremos opuestos de la cama, Lexa sobre el cabecero y ella junto a sus pies, de modo que podía observar a la perfección su rostro, corroborando que aún estaba despierta. Se hallaba con la vista fija en el techo pensando quién sabe qué cosas, pero sonreía complacida al igual que ella... Mierda, por enésima vez tenía que admitir que lucía preciosa.

-Con que aquí es donde terminan tus ligues...- soltó la castaña de pronto, cambiando entonces de posición hasta apoyar la cabeza sobre su mano mientras flexionaba el codo. Sus ojos no tardaron encontrase, de modo que Clarke los miró buscando alguna explicación. No entendía en absoluto aquella afirmación.- Creo que eso sonó un poco mal- agregó, más para sí que a modo de respuesta.

Aún sin entender la situación, la rubia fue testigo de cómo la sabana, que hasta se momento había cubierto su cuerpo, comenzaba a deslizarse lentamente sobre sus curvas hasta su abdomen, dejando así al descubierto su seno derecho. Tragó en seco. Aún tenía bastante energía para otro round, y aquella imagen tan sólo la incentivaba más, pero no quería quedar como una ninfómana.

-Perdón, pero el otro día conversábamos con las chicas del bar y tú saliste a colación... – trató de concentrarse en las palabras de Alexandra, y por suerte la chica decidió cubrirse, a seguro por causa del frío, facilitándole un poco aquello.

-Imagino lo bien que te hablaron de mí- dijo irónica pero sin poder evitar sonreír, pensando de antemano la cantidad de cosas y anécdotas que seguramente le habrían comentado. Que no se malentendiera: le encantaba su grupo de trabajo de Polis. Las chicas eran algo entrometidas, pero bien intencionadas y nunca les había molestado que Kane le diera tanta autoridad sobre el lugar desde el primer momento a pesar de que ellas tuvieran más antigüedad allí. En el fondo, y aunque no se los dijera, las quería.

-Tan sólo mencionaron que sabes ligar muy bien desde tu puesto- sí, claro. Estaba casi segura que Ontari no lo había expresado de esa forma, pero agradecía que Lexa lo suavizase de aquella manera. Soltó una risita, algo incómoda debido a lo hilarante de la situación, volteando la vista hacia las piernas de su compañera. -Eso y que superas a todas en historial-

-Lo imaginaba- susurró, y al percatarse de que parte de su piel bronceada sobresalía de las sabanas no pudo evitar acercar una mano y empezar a acariciársela despacio. No lo hizo tan sólo porque le gustara, sino porque aquella era una buena forma de relajarse.- Pero no suelo traer gente a casa- no supo bien por qué se lo dijo, pero tampoco es que tras aquello se escondiese un gran y terrible secreto.

Lo de no llevar ligues allí o a su casa en Brooklyn había sido idea de Raven, tras de un incidente con una psicópata que la persiguió durante más de un mes en Polis. Citando a su hermana, sus palabras exactas fueron "las golfas no llevan personas a casa, así que por tu bien y el mío no lo hagas". Aunque, si tenía que admitir, era más fácil de esa forma, ya que se ahorraba lo incómodas y pesadas que se volvían alguna personas la mañana siguiente.

Sucedió una noche viejaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora