9. Gnomo coleccionista - Irlanda x México del sur -

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El agua del rio chocaba contra algunas rocas y provocaba que algunas gotas llegasen a tocar hasta los árboles, pero no había nadie que se quejase cerca en esos momentos. Lo que había en cambio eran las hadas, los gnomos y los duendes que estaban reunidos detrás de un árbol, escondidos mientras veían al pobre pelirrojo que a duras penas reía nervioso. Veían escondidos como la castaña acariciaba sus mejillas con cuidado y cariño, como lo veía con esos ojos tranquilos y juguetones que solo lograban poner más nervioso al pobre joven. Las hadas repetían como locas que no entendían como se enamoró de mujer con tan poca gracia mientras los duendes se quejaban de que Patrick le digiera de una buena vez y los gnomos terminaron jugando a las cartas ignorando a los otros.

Uno de los gnomos logro notar el pequeño dije que tenía la chica en su pulsera, era un corazón rojo rodeado de un borde de oro, si lo veía bien estaba claro que era un rubí. Su corazón salto de su pecho al ver la belleza de semejante joya, era parecido a unos cuantos dijes que había conseguido unas semanas atrás, una flor blanca y una hoja color verde. Sin pensárselo dos veces fue por detrás de los chicos y se acercó lenta y sigilosamente a la muñeca de la chica, el pelirrojo se percató de su presencia e intento por instinto cubrir la presencia del pequeño ser. Dejo de lado sus nervios, acerco su frente a la de la morena y poso su mano en la misma mano de la pulsera, en el rostro de la castaña se logró notar un ligero sonrojo, acaricio con cuidado sus mejillas mientras la chica bajaba la vista del lado en el que no se encontraba el pequeño gnomo.

Patrick con cuidado levanto la mano de la joven, enojando al pequeño, la ayudo a levantarse y comenzaron a bailar un pequeño vals en medio del bosque. La castaña intentaba seguirle el paso pero el pelirrojo le daba su tiempo, olvidando al sol que se comenzaba a poner detrás de ellos y a la pequeña criatura que quería ese dije. Itzel podía sentir su corazón latir tan fuertemente que le costaba ver a los ojos a su compañero, era una tarea imposible así que apoyo su cabeza en el pecho contrario y solo se dejó llevar.

Una noche completa, en la cual solo las estrellas terminaron siendo testigos de aquel baile lento y delicado, de ese abrazo lleno de cariño y ese beso que robo las palabras que ambos jóvenes estaban a punto de soltar. Solo la luna y las estrellas pudieron ver esa escena, solo ellas y el gnomo enojado.

31 Días De BosquesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora