4 Towers ↬ BTS

D O S

Las protestas para recuperar nuestra propiedad se habían extendido por más de una semana. Mis padres y todos los vecinos no dejaban el terreno rodeado con cintas y avisos de "No traspasar". Era injusto, apenas nos habían dado días para recuperar nuestras pertenencias.

—¡Queremos de vuelta nuestro hogar! —Una de mis vecinas gritó aprovechando que las cámaras de los noticieros apuntaban en nuestra dirección.

—¿No vas a protestar? ¿Solo te quedarás ahí parada? —Dawon me dio un golpe con el hombro.

—¿Qué podemos hacer? Nada cambiará. Esos sujetos son más ricos que todo el vecindario junto. Apuesto que ni siquiera reuniendo todo nuestro dinero llegaríamos a compararlo con un cuarto del suyo...

—Eso no importa. Hazte a un lado, ya que no te interesa recuperar tu hogar.

¿Era una tonta? Por supuesto que quería recuperar mi hogar. Mis padres no tenían dinero para pagar la renta tan cara de Seúl y mis abuelos vivían en una ciudad lejana. No quería dejar todo lo que conocía por su culpa.

—¡Atención! ¡Les pedimos que retrocedan! —Uno de los hombres con uniforme de obrero habló frente a nosotros con un megáfono. —Las demoliciones están por comenzar y no queremos que nadie salga herido.

—¡Queremos nuestro hogar de vuelta!

—¡Si! ¡Devuelvan nuestro terreno!

Un hombre en traje se acercó y le quitó el megáfono de manera educada al obrero. Su cabello engominado y su ropa elegante hicieron que todo mundo fijara la vista en él. Una persona así rara vez se rebajaba a la vida común.

—Escuchen todos. —Presionó el botón para que su voz se amplificara—Deben retirarse, este terreno NO es más su propiedad, nunca lo fue. Así que, en nombre de Corporativos Kim, les pedimos nos disculpen y se alejen. Es inútil seguir peleando.

El hombre era muy joven y delicado, debía ser uno de los seres humanos más bellos de la tierra... Era una lástima que fuera también uno de los peores.

Se acercó a la multitud a paso rápido, su auto estaba esperando enseguida. Cuando se acercó, su mirada penetró sobre mí. Era una sensación abrumadora, no sabía si mirarle o esquivarlo.

—Niña, eres joven y bella, convence a estas personas para que se larguen de aquí ¿Quieres? —Sacó algunos billetes de su bolsillo y los arrojó directo a mi pecho.

—Quiero de vuelta mi hogar. —Traté de sonar lo más valiente posible, pero él me intimidaba. Su postura tan elevada era demasiado para mí.

—Entonces tendrás que comprar uno nuevo, preciosa. —Arrojó otro puñado de billetes. Después se marchó.

¿Qué clase de acto era ese? ¿Acaso los ricos creían que podían hacer lo que quisieran con solo estirar la mano y entregar un billete? Estaba loco si creía que su dinero y atractivo convencería a los demás por siempre.