Llegué a mi casa casi cuando era la hora de cenar, después de haber pasado toda la tarde encerrada en el apartamento de Daniela. Conforme abría la puerta empecé a imaginarme a mi madre haciéndome un extenso interrogatorio sobre dónde había estado y por qué había tardado tanto en llegar a casa. Sin embargo, al abrir, no me pareció que hubiera nadie. Todas las luces estaban apagadas y no se escuchaba el ruido de la tele al ir acercándome a la sala de estar. Mi madre siempre suele tener la tele encendida cuando está en casa, aunque ella esté en la cocina o en la terraza haciendo algo. Deduje que no estaban... Recordé entonces que mis padres habían salido a comer. Como mi padre vive fuera, cuando viene suele aprovechar y pasar más tiempo con mi madre. Seguramente al terminar habrían ido al cine o a dar un paseo. Dejé mi bolso sobre la mesa, saqué el teléfono móvil y me senté en el sofá para esperar a que llegasen. Otra de mis malas costumbres es que siempre llevo el móvil en silencio, por lo que casi nunca suelo leer los mensajes cuando me llegan, a no ser que en ese momento tenga el teléfono en mis manos. Esa vez no fue diferente. Miré el móvil y vi que tenía un mensaje de Daniela desde hacía casi media hora.
"¿Por qué eres tan maravillosa? Ya estoy deseando volver a verte... Kisses. Daniela."
¡Ay, Dios! Debió escribirme ese mensaje justo en el momento en que yo salía de su apartamento. No me la imaginaba tan tierna... Conforme lo leí, un escalofrío recorrió mi cuerpo y comencé a reír como una completa idiota. Aún no era plenamente consciente de ello, pero esa tarde había sido la tarde más maravillosa de mi vida. Maravillosa, la misma palabra que había usado Daniela para definirme... Bueno, en realidad me había preguntado que por qué lo eran tanto. Uff, ¿todo esto de verdad me estaba pasando a mí? Cada vez que recordaba sus ojos mirándome y recorriéndome de arriba a abajo me hacía estremecer. Mi único deseo era que pasaran rápidas las horas y así poder volver a verla. No podía ser más feliz en ese momento.
De un salto, me levanté corriendo del sofá y fui hacia mi habitación para poner algo de música. Elegí una canción que significaba bastante para mí. Una canción que llevaba escuchando desde hacía semanas y que me hacía pensar en todo lo que sentía por Daniela. James Arthur y su "Impossible" empezó a sonar. Aprovechando que estaba, sola me dejé llevar por la música y comencé a cantar a voz en grito. Corrí por el pasillo hasta llegar otra vez a la sala de estar. La música sonaba a todo volumen y, por encima de ella, mi voz hacía énfasis en algunas frases de la canción."Tell them what I hoped would be impossible... impossible... impossible..."
Diles que lo que tanto esperé era imposible... Ya no volvería a escucharla de la misma forma. Lo que yo creía que era imposible se había convertido esa tarde en la realidad más dulce. Exploté y grité de alegría.
- Elettra, ¿¡estás loca o qué te ocurre!? Completamente convencida de que no había nadie en casa, me había dejado llevar por la música y por la emoción contenida y había terminado cantando sobre el sofá, cuando me vi sorprendida por mi hermana, que miraba desde la puerta del salón con cara de incrédula. - ¿¡Qué haces!? - Me volvió a preguntar gritando.
Me preguntó algo más, pero los decibelios tan altos de la música no me permitían escucharle del todo bien. - Joder, Gin, pensé que no había nadie... - Le contesté avergonzada mientras bajaba del sofá. Fui de nuevo hacia mi habitación pasando por delante de ella. Al hacerlo, sentí cómo me miraba de arriba a abajo con una expresión que parecía preguntar cuál era el motivo para tanto desenfreno y alegría. Quité la música y volví a la sala de estar. Al llegar, me quedé mirándola y no pude evitar soltar una carcajada. Mi risa sonaba tan fuerte que ella terminó también riendo como una loca. - Estabas para hacerte vídeo, Elettra. ¿Se puede saber qué te has tomado? Jajaja.- No me he tomado nada, tonta. - Le respondí entre una sonora carcajada.- Por algo estarás así. Hacía tiempo que no te veía bailar de esta forma, me ha resultado raro... - Bah, tampoco es para tanto. - Contesté encogiéndome de hombros. - Sólo es que estoy feliz. - ¿Feliz? - Me preguntó con una sonrisa irónica. - Diría algo, pero sería muy arriesgado. - Mejor no digas nada. - Sea lo que sea, me alegro de que lo estés. - Esta vez sonrió más dulcemente. Aquella sonrisa hizo que me sintiera mejor todavía. Parecía que sabía entender el motivo de mi felicidad aún sin haberle dicho absolutamente nada. Supongo que será verdad eso que dicen, que "los ojos son el espejo del alma" y que hablan por sí solos. Mis ojos debían parecer dos faros encendidos en mitad de la noche, y mi sonrisa esta vez era enorme. Gigante. Mi hermana no dejó de mirarme, sonriendo y moviendo la cabeza de lado a lado. - Estás de un tonto... -Concluyó antes de darme un pequeño abrazo. Después se fue hacia su habitación y cerró la puerta.
Me quedé inmóvil unos minutos. En ese momento me hubiera gustado decirle a Gin por qué estaba así de radiante. Sé que ella se iba a alegrar por mí y que lo entendería. A diferencia de otras personas, era una chica muy tolerante y abierta... Recordé que cuando le confesé a mi familia que me gustaban las chicas, estuvo muy pendiente de mí los días posteriores. Nunca más volvimos a hablar ni tocar ese tema, pero procuraba ser muy prudente al interesarse por mis cosas. Lo cierto es que hubiera explotado incluso con mi madre, pero sabía que no podía, y que no lo iba a entender. ¿Cómo iba a estar su hija enamorada de una profesora? Bueno, el hecho de que fuera profesora sólo hacía mas que complicar la situación. Dejé a un lado mis pensamientos y me senté de nuevo en el sofá. Aún tenía que contestar a Daniela. La pobre estaría pensando que me había olvidado de ella por completo, y no. Quería decirle tantisimas cosas que no sabía ni cómo empezar. Al final, opté por un mensaje breve pero conciso.
"Soy muy feliz... Nunca me había sentido tan especial para nadie. Te quiero. Elettra."