Mi Supuesto Hogar.

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Mientras que el taxi avanza rumbo a la casa de mis padres donde ahora solamente se encuentra mi madre.

No hay ni una sola conversación dentro del transporte, se escucha mi respiración agitada y como se entre corta cuando trago el nudo de mi garganta para evitar llorar. Deseo llorar, necesito llorar, quiero desahogarme porque he estado resistiendo las lágrimas para parecer fuerte ante los ojos de mis amigos y principalmente ante los ojos de Yuri, no quería que pensara que yo era alguien débil.

— ¿Estas bien? —me pregunta Claudia para romper el helado silencio dentro del taxi.

Ignoro sus palabras y centro mi atención al nublado día que cubre las hermosas vistas de Rusia, no quiero hablar con nadie, no me siento capaz de articular palabra alguna y mucho menos poder afirmar que me encuentro bien cuando para mí, lo he perdido todo.

Mi madre no dice nada, sé que debe de estar molesta por todo lo que ha ocurrido; por como escape del convento y de alguna manera arrastre a mi amiga Claudia conmigo, como nos quedamos en el departamento de Otabek como si fuésemos amigos de toda la vida, como viaje siendo menor de edad a Japón para la boda de mi mentor y su prometido y más que nada, mi relación con la gata rusa. Sé que Yuri no es del agrado de mi madre y menos cuando él no era mi pareja porque ella sabía que salía con alguien a quien evitaba.

Al llegar a mi casa bajo del taxi y observó la facaha de mi hogar, de mi supuesto hogar el cual ahora me parece gris. Escucho como mi madre baja las maletas y le paga al conductor quien se aleja junto con las pocas esperanzas que me quedaban para volver con equipo de patinaje; cierro los ojos para ocultar el dolor de mi mirada y siento como Claudia toma mi muñeca, apenas si soy capaz de abrir los ojos antes de que me arrastre sin cuidado alguno y sin importarle mi pierna al interior de la casa.

Los muebles están en la misma posición en la que se encontraban cuando me fui, pero ahora la siento tan vacía, desde mis ojos el lugar es completamente diferente, es triste y desolado, carente de vida y parecía succionar mi vitalidad.

—Claudia se quedará con nosotros un tiempo. —dice mi madre. —En lo que sus padres vienen por ella.

— ¿No estas emocionada? —me pregunta mi amiga aferrándose a mi brazo. —Seremos como hermanas.

—Muero de la emoción. —digo sin mirarla.

No me muevo, no puedo hacerlo, mi cuerpo se balancea de un lado a otro mientras mantengo el equilibrio en una sola pierna para evitar colocar peso sobre mi rodilla herida.

—Te ayudaré a subir a tu habitación. —Claudia coloca mi brazo sobre sus hombros y me ayuda a subir las escalaras.

Nuestros pasos son lentos, parecemos una tortuga guiada por un caracol; un cojo siendo guiado por un ciego.
Al llegar a la planta alta me freno completamente haciendo que Claudia se tropiece y caiga al suelo quejándose alarmando a mi madre quien sube de manera inmediata para ayudar a mi amiga a levantarse.

— ¿Qué te ocurre? —me pregunta mi madre mirándome sorprendida. — ¿Porqué tiras a Claudia?

—No se preocupe señora. —dice Claudia. —Seguro que no era su intención tirarme.

— ¿Dónde está mi nana? —pregunto frunciendo el ceño.

—No puede ayudarnos. —dice mi madre y se lleva a Claudia al interior de mi habitación.

Me quedo parada en el pasillo con los puños cerrados con fuerza y con un mar de emociones que llenan mi alma. Me giro dispuesta a bajar y con pequeños saltos llegó a la planta baja, tomó mi maleta y la abrí para buscar mi celular para llamar inmediatamente a Viktor.

Tengo que esperar un par de tonos antes de que el peliplateado tome mi llamada.

¿Hola? —pregunta con su voz llena de emoción. — ¿___?

—Viktor. —le llamo y mi voz se quiebra. —Viktor, por favor necesito volver con ustedes.

Lágrimas caen de mis ojos resbalando por mis mejillas y antes de obtener respuesta alguna del mayor el celular me es arrebatado de las manos, ahogo un grito al ver como mi madre cuelga la llamada y me observa desde arriba.

—No debes llamarle a ninguno de ellos, fue su culpa que terminaras herida. —lanza mi celular a uno de los sillones y la observó atónita. —No volverás a patinar, jamás.

Sus palabras me golpean como un balde de agua helada, patinar es lo único que me apasiona. Veo a Claudia sobre el hombro de mi madre sonriendome desde las escaleras y luego mueve sus dedos en forma de saludo.

—Creo que sería bueno que la llevemos a dormir. —habla mi amiga. —El cansancio no debe dejar pensar de manera adecuada a juetsra querida ___.

—No. —protesto. — ¿Qué dices?

Pero no me responde, al contrario le ayuda a mi madre a arrastrarme escaleras arriba para luego recostarme en mi cama y cerrar la puerta. No entiendo que es lo que está pasando, hace un par de horas Claudia se encontraría peleando a mi lado por mi libertad, por mis sueños y por defender mis palabras.

Me siento atrapada en mi propia casa, mi carcelera es mi madre y al parecer su cómplice es mi única amiga.

Se escuchan pequeños golpes en mi ventana, me cuesta un poco llegar a ella, corro las cortinas y un suspiro de alivio se escapa de entre mis labios a ver a Viktor parado afuera de la ventana lanzando pequeñas piedras para llamar mi atención; me saluda con una mano y me muestra su gran sonrisa con forma de corazón, abro la ventana y respiro el frío aire ruso.

—Hola pequeña Yuri Angel.

—Viktor. —murmuró y le sonrio. —Veniste.

—Y no estoy solo. —juega con sus cejas antes de hacer señas a su izquierda y lentamente Yuri ingresa a mi campo de visión.

Reprimo un grito al verlo, se encuentra bajo mi ventana a lado de su mentor. Mantiene la cabeza agachada y las manos dentro de los bolsillos de su sudadera, usa la capucha y aun así soy capaz de ver un par de mechones rubios sobre salir para cubrir su frente. Permanecemos en silencio un par de segundos antes de que la gata rusa eleve la mirada y sus ojos conecten con los míos, por primera vez desde que fui dada de alta en el hospital él toma la iniciativa para mirarme.

—Lo lamento. —dice. —Yo vine porque el anciano lo pidió.

—Me alegra verte. —le sornio y él eleva los hombros. —Me alegra verlos a ambos.

—Vendremos mañana para ir juntos a tu sesión de rehabilitación. —griita Viktor para ser el centro de atención de la conversación. —Le pediré al chófer que nos traiga para llevarte a ti y a tu madre al hospital.

Asiento repetidamente y los veo alejarse bajo los pequeños copos de nieve que caen sobre la ciudad.

La Gata Rusa 3 [Actualizaciones LENTAS ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora