ANA

156 11 0
                                    

Y veintiocho decidió seguir el paso del tiempo segundo a segundo. Esperaba hasta y media.

El WhatsApp llegó a las ocho horas, veintiocho minutos y treinta y cinco segundos.

"Date vuelta."

Giró la cabeza para darse la nariz con el ramo de flores que Martin tenia en la mano. Ana gritó.

-¿Tanto te emocionaste?

-¡No! ¡Me asustaste, idiota!

-Perdón por llegar tarde –dijo él extendiéndole las flores con una sonrisa irresistible.

-En treinta segundos me iba.

Se resistió a la sonrisa, de todas formas.

-Me lo imaginé. Corrí para llegar antes de siete y media –aclaró Ana.

-Eso no lo escuché. Solo me acordaba de "y media", así que llegue puntualísimo.

Ana se dio por vencida y agarró las flores.

-Vamos –dijo-. Me parece que todos me miran.

Caminaron por la 25 de agosto hasta la avenida Costanera. Por la mañana todo se veía distinto. ¿Asi era el mundo mientras ella estaba en la escuela? ¿Tanta gente circulaba libre por la calle mientras ella llenaba sin ganas hojas rayadas y cuadriculadas?

Cuando llegaron al río, él le agarró la mano. Ana no lo miró. Solo se dejó llevar sintiendo sus dedos fríos cubiertos por la mano caliente de Martin. El río se extendía calmo y luminoso, ajeno, como ellos, al ajetreo que había a su alrededor.

-Vamos a navegar –propuso él.

-Estaría buenísimo. ¡Ojalá pudiéramos!

-Podemos –dijo él sacando una llave de su mochila-. El barco de mi viejo-aclaró-. Está anclado en el Regatas.

-¿Y te deja sacarlo?

-Casi tengo carnet de timonel. El mes que viene doy el examen. Hasta ahora no pude porque era menor, pero mi viejo me enseñó desde pendejo. A veces me lo deja timonear a mi.

-No te creo.

Martin sacó su celular y le mostró una foto donde se lo veía sobre el barco, agarrando el timón. Estaba lindo, con los pelos al viento.

-Si queres más pruebas, vas a tener que venir conmigo.

Ana no contestó. El agua corría con velocidad, pero no era el miedo lo que la detenía. Era... ¿Qué era? Era todo: no estar en la escuela, haber mentido en su casa, estar con él cuando él... las ganas irresistibles de estar con él, cuando él... ¿Qué iba a pasar arriba de ese barco? ¿Qué iba a pasar cuando estuvieran solos en el medio del río y todo fuera posible? ¿Qué iba a pasar cuando la besara? La iba a besar. No tenia dudas. Ella quería que él la besara. En el medio del río, bajo el sol, con el bamboleo del barco. Ese era el día. ¿Ese era el día? No tenia que subirse a ese barco. Lo sabia.

-Bueno, vamos –aceptó.

Un escalofrío le corrió por la espalda. Miró alrededor. ¿Y si alguien los veía? ¿Y si pasaba algún conocido en auto? ¿Y si los del club Regatas pensaban que se estaban robando el barco?

Martin apuró el paso y Ana lo siguió, tratando de no pensar.

El Regatas estaba desierto. Cruzaron el estacionamiento y avanzaron por el muelle que se internaba en el río. Los barcos, cubiertos con lonas de colores, se balanceaban con sus mástiles desnudos. Ana apretó el ramo de flores que llevaba en la mano. El río, el sol, Martin y ella, ella y Martin... El momento soñado. ¿Por qué no lo estaba disfrutando entonces?

Se pararon frente a un velero cubierto con una lona azul. Neptuno, leyó Ana. Martin saltó sobre la cubierta y apartó la lona con destreza. Después, le dio la mano para ayudarla a subir.

El piso se le movió bajo los pies. Literalmente. Casi pierde el equilibrio.

-Tratá de no caerte al agua –se rió Martin-. Va a ser difícil explicar porque volves de la escuela toda mojada.

Sin soltarse de su mano, Ana caminó haciendo equilibrio hasta el mástil y se quedó agarrada mientras él ataba y desataba sogas.

Ana lo veía hacer. Él parecía ignorarla. ¿También habría venido al barco con ella? La pregunta le daba vuelta en la cabeza pero no se animaba a hacerla. Ella nunca le había contado. No tenían secretos... hasta ahora.

Cuando todo estuvo listo para sacar el barco, Martin la miró sonriente.

-¿Te vas a quedar ahí parada toda la mañana?

-No sé. Tengo miedo de caerme.

-Vení, sentate acá.

Haciendo equilibrio una vez más, Ana llegó hasta la bancada que le señalaba. Se sentó sin soltar la mochila ni las flores. Estaba rígida, casi no podía respirar. Se alegró de tener los anteojos puestos. Esto no estaba bien. Podía frenarlo ahora. Podía decir que se bajaba, que mejor no, que mejor se iban. No dijo nada.

Antes de poner el barco en movimiento, Martin la miró.

-Tranquila, no pasa nada –le dijo con una sonrisa.

Se agachó y la besó suavemente en los labios. Después prendió el motor.

Ana no se tranquilizó. Ojalá no hubiera ido.






N.A.:

Los capítulos los escribo por adelantado. Por ejemplo, en un día (que tengo libre) escribo dos o tres capítulos y los subo cuando los tengo que subir. No hago todo el mismo día eh no soy Superman ahre(?

Si, digo mucho ahre o ah re (nunca supe como se escribe)

VOTENNN Y COMENNNTENNNN  (esta vez le puse más onda)

Kisses in the ass 

@autenticalectora

Hoy No Es Mi Día - María Inés FalconiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora