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Algunos me han enseñado a amar un poco más de la cuenta,
o ni siquiera a amar, me han mostrado cómo se destruye un corazón en plena tormenta.
Otros me dicen que mis ojos son luceros que alumbraron su oscuridad,
hasta me da risa sus jodidas mentiras solo para llevarme a la cama,
y cuando me tienen ahí,
ni saben qué hacer.
Pero otros,
joder,
sí que me han herido.
Me han hecho creer que me tenían en el cielo por mis playas,
pero solo estaban ahí por la marea que ocurría 10 centímetros abajo de mi ombligo.
Me he entregado sin saber qué carajo pasaría con la cicatriz en mi espalda,
un poco arriba de mi cadera, siempre quise suponer que alguien me abrazaría tan fuerte, le daría un beso y desaparecía por arte de magia.
O por arte de letras.
O por el puro arte.
Hay hombres que me han jurado que soy lo mejor que ha pasado por su calle,
que no dejarían que escapara aunque ocurriese un diluvio:
Mienten,
mienten todos,
me dejan ir como primavera y creen que en el verano regresaré.
Los he visto, se los juro.
Los he visto esperarme después de dejarme marchar, cuando prometieron nunca hacerlo.
Y a veces se van,
y nunca regresan.
Y cuando regreso,
ya se han ido.
Lo triste de las decepciones amorosas es que siempre vienen de las personas de quien menos te lo esperas, te arrancan el corazón con todo y promesas,
sonrisas,
y caricias.
Joder,
quería quedarme con él a ver el amanecer,
o a ver algo.
Pero se fue a los brazos de otra,
dejándome con una sonrisa de medio lado y una lágrima del otro.
Y me voy a una esquina a llorar,
a carecer de vida.
Pero a veces no sé que es peor:
si quedarme a esperar a alguien que nunca volverá,
o esperar a alguien que nunca tuve, ni siquiera en sueños.

Pensamientos de una chica solitaria Donde viven las historias. Descúbrelo ahora