Jimin entra al departamento con sigilo, sin embargo Yoongi estaba sentado en el sillón con cara de pocos amigos. Se veía furioso y con aires de decepción. Al instante, el estómago de Jimin se hizo un nudo y le entraron ganas de llorar.
Yoongi no se merecía todo esto...
— ¿Dónde carajos estabas, Jimin? —pregunta Yoongi con la voz más ronca de lo normal.
Las ganas de llorar del menor aumentan y como a modo de protección, se aferra a su chaqueta. Abre la boca varias veces sin saber qué contestar y se siente más pequeño y débil ante la mirada de Yoongi, quien espera de brazos cruzados y con el ceño fruncido una respuesta.
— ¿No vas a hablar?
—Hyung, perdón...yo...
— ¿Qué ocultas, Jimin? —Se para frente a él y lo observa directamente a los ojos. Su frustración y molestia aumentan cuando el menor evita su mirada—. Quítate la bufanda y la chaqueta.
—Pero-
— ¡Que te las quites! —eleva el tono de voz. Su mandíbula se endurece al ver los miles de chupones que tiene Jimin en su cuello—. Oh, ya veo, así que esto era.
—P-puedo explicarlo, Yoongi, por fav-
—Vete a tu habitación, Jimin, no quiero verte.
—Hyung. —Toma su mano pero Yoongi se suelta bruscamente. Jimin siente las lágrimas acumuladas en sus ojos, su corazón latiendo con furia y su labio inferior temblando—. Yoongi, por favor, déjame explicarte todo. No te enfades conmigo, por favor, deja que explique todo...
— ¡No! Está bien, todo está más que jodidamente bien, no necesito explicaciones, maldición —niega con la cabeza—. No somos nada después de todo —finaliza mientras apaga la luz del living, dejando a Jimin a oscuras y sollozando en silencio.
Yoongi esta vez no se sintió culpable al ver a Jimin llorar.
Y Jimin por fin comprendió lo mucho que se había equivocado y que quien más le importaba no era nadie más ni nadie menos que Min Yoongi.