Capítulo corto con intento de fluff.
— ¿Mochi? —Jimin escucha aquella voz y destapa su rostro lleno de lágrimas. Casi se siente desfallecer al ver a Yoongi ahí parado frente a él con una cara de preocupación infinita—. Mochi, por favor dime qué te pasó.
Jimin se largó a llorar apenas los brazos de su hyung lo rodearon con calidez y delicadeza. Su corazón latía fuertemente y su estómago sentía pequeñas cositas que no sabía describir con claridad.
—Mochi, deja de llorar, por favor —pronuncia suavemente luego de tomar la carita redonda y mojada de Jimin entre sus manos—. No llores más, ¿bien? Estoy aquí, nada va a pasarte —susurra limpiando los restos de lágrimas y besa varias veces la frente del menor—. Cuéntame lo que pasó, bebé.
—M-mamá y papá...ellos...—pronuncia con dificultad por producto de los leves hipeos—, m-me echaron de casa y...dijeron...dijeron que no querían verme más allí, n-nunca más.
Yoongi abre los ojos como platos y parpadea varias veces antes de abrir la boca para contestar nuevamente: — ¿Q-qué? ¿Por qué?
—P-porque les dije q-que soy gay, hyung —susurra y de forma inmediata al terminar la oración, varias lágrimas vuelven a deslizarse por su bello rostro.
—Hijos de la gran puta —masculla y acaricia suavemente el pelo de Jimin mientras lo deja apoyarse en su pecho como si no quisiera soltarse nunca más—. Vamos a mi casa, ahora, vamos.
—Pero yo no quiero molestar, hyung —niega el castaño.
— ¿En serio crees que me molestas? No digas tonterías, Jiminnie, vamos.
En todo el recorrido hasta la casa de Yoongi, el susodicho jamás deshizo la unión de su mano con la del pequeño Mochi, quien se entretenía tarareando una de sus canciones preferidas mientras miraba atento las calles iluminadas del centro de la ciudad por la ventanilla del auto.
Ese niño era una gran pieza de arte y su corazón lo sabía. Éste se alteraba cada vez que recibía un mensaje del pequeño o cuando toma sus manos y se entretiene jugando con sus dedos mientras charlan cómodamente en el sofá de su casa, también cuando frunce el ceño cada vez que veía que Sun Hee le mandaba un mensaje. Jimin a esto le decía con su chillona voz: ¡Hyung mío! Y se tiraba en sus brazos para impedir que le contestara. Todas las pequeñas cosas le hacían darse cuenta de cuan estaba enamorado del castaño y que debía evitar soltarlo, porque sabría que no era el único en el mundo que podría apreciarlo tal y como era. Por esto mismo, tomó el camino egoísta y decidió pensar que Jimin era sólo suyo y jamás lo iban a tocar, e incluso dañar, otra vez.
Cuando llegan al departamento, Jimin enreda sus brazos alrededor de la cintura de su hyung y esconde su carita en el pecho del mayor. Tenía sueño pero le daba demasiada vergüenza decirle a su hyung que lo acompañara a dormir, aunque al parecer Yoongi comprendió el mensaje y lo guió hasta su cuarto.
— ¿Tienes sueño, bebé? Ven, debes estar cansado —decía con suavidad y ayudó a Jimin a acostarse en su cómoda cama.
—Hyung —Jimin lo llama en voz baja—, quédese conmigo.
Yoongi sonríe con ternura y atrapa al pequeño entre sus brazos. Amaba esa sensación de sentir las manitos de Jimin acariciando su pecho con sus deditos gorditos o cuando se reía cada vez que le hacía caricias en el cuello.
—Yoongi-hyung, ¿usted...me quiere?
Yoongi contó hasta tres mientras miraba sus labios.
Uno.
Dos.
Tres.
Y finalmente juntó sus labios con los de Jimin. Yoongi sólo podía pensar en lo suave que eran los labios del menor y lo bien que encajaban con los suyos, parecían ser dos piezas del rompecabezas que encajaban a la perfección.