Capítulo Siete.

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VII. 

Por la mañana la lluvia se había calmado, al despertar Lena aún seguia dormida. Baje las escaleras atraído por el olor de los huevos recién hechos.

—Buenos días. ¿La señorita Blummer ya despertó?

—No—Paul estaba en la cocina, la mesa estaba puesta. 

—Bueno entonces ven a desayunar, y después te encargas de subir el desayuno de ella.

Mire a verlo, consternado.

—¿Él señor Blummer te pidió que me envenenaras? 

El se carcajeó ruidosamente y negó con la cabeza.

—Que melodramático.

Me hizo una seña para que ocupará uno de los asientos. La comida olía demasiado bien así que me senté en una de las cuatro sillas del comedor.

—¿Y cuál es el truco aquí?

—No hay truco.

El desayuno transcurrió en silencio, hasta que fui yo el que rompió el silencio.

—¿Entonces por qué estuvo ella en Escocia?

—Estuvo en rehabilitación, le fue mejor que en la clínica de aquí. En Escocia no se enamoró de nadie y solo marcaba los días, para salir de ahí y regresar a casa.

—¿Cuánto duró su rehabilitación?

—Dos meses.

—¿Y por qué estuvieron dos años ahí?

—Porque en las revistas y noticias empezaste a aparecer con Lara Carrew y luego con Elie.  

—¿Ellos lo pasaron mal?

—Si, pero también estaba muy feliz, porque tú habías continuado. Nunca te va a reprochar que tuvieras otras relaciones, pero tampoco quería estar cerca sin poder estar contigo. Así que empezó a estudiar en la universidad en Escocia y después cuando estuvo mejor, cuando ya no le afectaba se transfirió a Londres.

Lo escuché con atención.

—Y claro ella hizo todo lo posible, por no encontrarse contigo. Eso fue fácil, porque la vida de ambos tiene caminos diferentes. Aunque yo sabía que aunque aceptaba que tú fueras feliz con otras mujeres, ella nunca te dejo de querer. Y de verdad fue una casualidad que la encontrarás en la calle.

No dije nada, mientras tomaba el té. Escuchamos a Lena levantarse y caminar en su habitación.

—Le llevaré el desayuno.

Me dejó solo en el comedor, mientras trataba de procesar toda esa información.

Ahora, oficialmente era mi novia. Así que cuando Paúl regresó al comedor, yo le di las gracias y me reuní con Lena.

—Dougie

—Buenos días, querida

Me senté en el borde de la cama y ella sonrió.

—Pensé que te fuiste.

—No, yo estaba desayunando. Me quedaré contigo hasta que estés mejor.

Ella sonrió y le hizo un lado en la cama. 

Y así trascurrio el  fin de semana viendo películas de terror de antaño, una que otra de comedia, palomitas de maíz y golosinas mientras ella se recuperaba y yo me enfermaba.

—Fue culpa de mis gérmenes.

El lunes ella tenía que ir a la universidad, pero yo me había despertado  enfermo. Ella revisó el termómetro que marcaba 39° y me miró. 

—No fueron tus gérmenes, bueno si pero eso no importa. Lo que importa es que estamos juntos y podemos cuidarnos.

—Si, tienes razón. 

Acaricie mi sien para sentir mi temperatura. 

—No voy a ir a la universidad hoy

—Es tu último examen, no puedo dejar que faltes por cuidarme. 

—Tu me has cuidado todos estos días. 

—Es diferente. 

—Por supuesto que no. 

—Lena, por favor yo voy a estar bien. 

—Dougie de verdad yo no podría estar tranquila si me voy y te dejo aquí solo. 

—No lo dejará solo,—Paul entró a la habitación con una bandeja de Té—Si para usted él es importante, entonces yo le ayudaré mientras no esté.

Paul dejó la bandeja sobre la cama.

—¿Confía en mí? Lena—ella lo miró sonriendo y asintió.

—Está bien.

Justo cuando pensé que la discusión se iba a prolongar, Paúl rescató el día y estaba muy agradecido con él.

No podía permitir que ella se quedara a cuidarme cuando tenía un examen importante. Y aun que aun seguía lloviendo ella llegó un poco después del medio día pero no vino a verme hasta que terminó la comida y me la trajo hasta la cama. 

—Yo mismo iba a preparar... 

—No dejaste que me quedara a cuidarte así que mejor no digas nada y come. 

—Esta bien pero no me mires así. 

S,i me estaba asesinando con la mirada y estaba muriendo de risa porque al final ella había ido a la universidad y yo me había salido con la mía. 

La lluvia continuó por casi una semana pero yo cuando amaneció el miércoles yo, ya estaba mejor. 


—Espera ¿me estas diciendo que no sabes conducir?

Mire a verla y comencé a reírme de ella. 

—Si, es justo lo que estoy diciendo y no le veo nada de divertido. 

—Yo si, le veo muchas cosas divertidas. 

—Soy una persona nerviosa y me desespera el tráfico y todo eso. Y después de casi matar a cinco guías mi papá se dio por vencido. 

Su vista regreso a su ensalada y luego se rió de ella misma, eso era una de las cosas que más me gustaban de ella. Porque era capaz de reírse de ella misma. 

—No creo que exista alguien que sea capaz de enseñarme a conducir. Recuerdo que el último guía literalmente quedó tramado. 

—Bueno aceptó el reto. 

—¿Cuál reto? 

—De enseñarte a conducir.

—¿Te volviste loco? 

—No. 

—Lo estás. 

Ahora me miro a mi con expresión seria y yo comencé a reír. 

—No quiero que me enseñes a conducir. 

—Pero lo voy a hacer, así que esperemos que el fin de semana no esté lloviendo y con dices que eres todo un peligro lo haremos lejos de la ciudad. 

—Dougie, yo no quiero morir aun sabes aun tengo veinte años y soy muy joven y tampoco te quiero medio matar a ti. 

Empecé a reír y ella también comenzó a reír pero de una forma nerviosa. 

—No es tan difícil de verdad que te enseñaré. 

—Dougie. 

—Lena, el sábado al mediodía voy a conducir hasta la salida de la ciudad, hay un claro en donde casi nunca hay nadie y empezaremos tus clases de manejo y también podemos hacer un picnic. 

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