El Chico Del Bar [YoonMin]

2. El chico del cabello menta

Park Jimin suspiró cansado al escuchar una vez más el sonido del cristal partiéndose al chocar contra el suelo. Se tapó la cabeza con la almohada, intentando amortiguar el sonido de los gritos y el llanto desgarrador de su madre. Pasaron varios minutos hasta que comenzó a sentirse asfixiado y se destapó presuroso, tomando una honda bocanada de aire. Era viernes 5 de mayo de 2017, el reloj marcaba las diez de la noche. Jimin había estado todo el día encerrado en su habitación, evitando ver a su madre. No quería toparse con la mujer. No ese día. No esa fecha. No cuando ese día era el aniversario de ocho meses de la muerte de su hermano mayor. No cuando el día 5 de cada mes desde que ocurrió la tragedia, la mujer, hecha un mar de lágrimas, le gritaba a Jimin que ojalá hubieras muerto tú en el estúpido accidente y no mi adorado hijo.
Jimin no quería escuchar eso. No de nuevo. Jimin no quería escuchar nada sobre lo mucho que su madre lo odiaba.

Porque al final, Jimin solo era el hijo bastardo de su padre, el cual decidió hacerse cargo suyo al saber que la verdadera madre de Jimin murió el día de su nacimiento durante el parto y un mes después, el pequeño Jimin llegó de sorpresa a la casa de la familia Park en brazos de su padre. Fue todo un suceso, porque la esposa del señor Park se volvió loca al enterarse de su infidelidad y del pequeño bastardo producto de aquello. Aunque aceptó sumisa las órdenes de su marido de aceptar y criar al recién nacido como propio, en el fondo MinYe siempre le guardó odio, rabia y mucho rencor ya que le recordaba infidelidad de su marido con aquella prostituta proveniente de Busan. A pesar de todo, al joven Hoseok, de tan solo tres años en aquél entonces, jamás se le reveló la verdad sobre Jimin. Ni siquiera el mismo Jimin lo sabía. El muchacho creció creyendo tener una familia normal, con padres que le amaban y una buena relación con su hermano mayor. Eran muy amigos. Se querían y cuidaban el uno al otro. De hecho, Hoseok era su mayor admiración y ejemplo a seguir. Su héroe. Su cuando sea grande quiero ser como él.

Por eso, cuando ocurrió el fatal accidente en el cual una camioneta chocó el viejo Mitsubishi Lancer de Hoseok justo en la puerta del piloto poniendo fin a la vida del muchacho de veintiséis años, MinYe enloqueció. Y cuando Jimin despertó de un coma de trece días, se llevó las dos peores noticias de su vida.

La primera, su hermano y mejor amigo estaba muerto, producto de un fatal accidente del cual él no recordaba nada.

La segunda, la mujer que creía su madre en realidad no lo era y lo odiaba con todo el alma por ser el hijo bastardo de su padre infiel.

Y a pesar de haberse acostumbrado a los gritos, llantos y palabras hirientes por parte de la mujer, le dolía terriblemente, porque quizás esa no era su madre, pero fue la mujer que lo crió y le dio su "amor" desde pequeño y él la consideraba como tal. Desde la muerte de Hoseok sus días se habían tornado difíciles, cada vez se sentía más como una mierda insignificante. Se sentía jodidamente solo, pues ya ni siquiera tenía el apoyo de sus amigos. De hecho, ya no tenía amigos. No desde la pelea que habían tenido dos semanas atrás.

Tirado en la cama con la vista fija en el techo, Park Jimin buscaba escapar de su realidad dirigiendo sus pensamientos hacia la única persona que lo hacía sentir valioso e importante.

El chico del bar.

Era tan blanco como el papel, podría decirse que era de su estatura, un poquito más alto quizás. Siempre vestía de negro, tenía las orejas perforadas, su cabello era color verde menta y la mayoría de la veces que lo había visto llevaba un gorro negro hecho de lana que cubría su cabellera por completo. Siempre se sentaba en la mesa más alejada del bar, justo al frente de donde el solía sentarse junto a sus ahora ex amigos. Desde la primera vez que Jimin pisó el Loop, se percató de la forma en la que el chico lo miraba, tan intensa y añorante. Con admiración. A veces con lujuria. A veces con tristeza. El chico del bar parecía ser un tipo triste y solitario que fumaba como chimenea y bebía con desesperación, mas nunca se mostraba afectado por el alcohol.