✨Capítulo 11✨

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Más tarde, Natsu abrió pesadamente los ojos, parpadeando para quitar el ardor que sentía en ellos. Lo primero que capturó en su campo de visión fue sólo el techo, pero éste no era el que acostumbraba a mirar cada vez que despertaba en su cama. Razón por lo que intentó levantarse, sin embargo, un dolor punzante en su cabeza lo hizo volver a caer en la almohada y lanzar un gruñido. De nuevo despertaba desorientado y sin saber dónde rayos estaba. Cualquiera diría que no tendría siquiera dónde iba caerse muerto. Sonrió sin ánimos por ellos; no, la muerte no era una opción, esa etapa que daba fin a la vida y a los sueños tenía cierto rencor con él.

—No otra vez... —suspiró, llevando su mano a su frente, pues recordó algo al tocarla. Frunció el ceño pensativo, ¿fue un sueño? ¿o había sido real?

Miró hacia un lado una vez logró incorporarse, encontrándose, no sin sorpresa, a Lucy dormida en un sofá, hecha un ovillo y aferrada a su can, que si mal no recordaba, se llamaba Loke. La siguió viendo largo rato sin darse cuenta, estudiando en silencio los delicados, y casi aniñados, rasgos femeninos. Entonces sintió su rostro arder, pero se negó a creer que se había sonrojado cuando el recuerdo dejó de parecer un sueño para mostrarle que de verdad había ocurrido: ella le había dado un beso en la frente, no estaba inconsciente del todo cuando pasó.

Frotó sus ojos, sin creer todavía que estaba viéndola dormir tan cómodamente, ¿por qué? Sencillo, él no dormiría con un desconocido que fácilmente podía resultar ser el enemigo. Se cruzó de brazos, observándola con duda. Lucy era tan extraña.

«Soy un ángel», casi escuchó que susurraban a su oído. Pero estaba segura de que ella dormía y él todavía no se había vuelto loco.

¿Quién era ella en realidad? Porque ahora era capaz de recordar que ella le había dicho eso. ¿Ángel? Sí, claro. Y él era entonces un santo, pensó sarcástico. Formulando esa pregunta en su mente, sólo sintió el zape antes de que el dolor en su cabeza se incrementara.

—Hasta que despiertas, Fierce. —Sostuvo su cabeza con fuerza, maldiciendo al sentir que todo le daba vueltas con aquel simple toque. ¿Qué le estaba pasando? Vaya que estaba delicado aquel día. Era normal que se desmayara y despertara con tremenda fiebre o dolores de cabeza que lo hacían agonizar. La única diferencia era que siempre había estado en el palacio, en su cuarto. Por lo que nadie lo notaba. Se desmayaba cuando menos lo esperaba, y despertaba cuando su cuerpo se recuperaba lo suficiente para volver.

—No hagas eso de nuevo... —pidió, estaba mareado.

—¿Qué cosa, esto? —Y con eso Cana le dio otro zape. El General gruñó audiblemente, haciéndola sonreír divertida. Motivo por el cual lo volvió a hacer—. Oye, esto es divertido.

—¡Ya basta! —ordenó tomando el brazo de la mujer cuando ésta quiso volver a repetir la acción que tanta molestia le causaba—. Si tanto daño quieres darme no debiste haberme ayudado.

Él no era tonto, iba recordando poco a poco y estaba en un tejado cuando su vista se había tornado oscura y todo le había dado un giro. Lo que no sabía era cómo llegó allí. Salió de sus dudas al ver a Cana comenzar a reír a carcajada suelta, mientras ataba su castaño cabello en una coleta alta.

—General, si por mí fuera ya estarías de nuevo dándote un remojón en el puerto. Lucy y Loke te trajeron. —El pelirosa de nuevo dirigió la vista a la gitana de melena rubia, que descansaba aferrando a su can. Cada vez ella lo llenaba de más curiosidad, le intrigaba—. Desgraciadamente seguías respirando cuando te trajo aquí, así que toma esto.

La gitana le tendió un pequeño vaso lleno de un extraño líquido, el cual no se veía muy apetecible. Natsu le dio una olfateada antes de retroceder, aguantando las náuseas y negando. No se iba a tomar eso. ¿Quién le aseguraba que no era veneno?

Ángeles de Guerra. [ADAPTADA-FT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora