El Sonido Del Silencio

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Ramón y Ángel aun se encontraban en aquel oscuro y estrecho callejón, iban caminando agachados y lo más silencioso posible, pues no era su intención interactuar con una de esas cosas malditas.

¿Será buena idea confiar en él? Se preguntaba Ángel el cual iba atrás del robusto hombre—. Después de todo, me ha salvado 2 veces, sin el tener necesidad... pero, no sé si deba confiarme. Digo, si algo he visto en las historias apocalípticas es que los humanos son el verdadero villano —Si bien el chico dudaba, muy en el fondo sentía alivio, prefería estar acompañado que solo en todo caso.

Ambos llegaron a la salida del callejón, Ramón miro a toda dirección posible y al ver todo despejado se volteo hacia Ángel que se detuvo detrás de él.

—Bien, ¿Alguna estrategia o plan que tengas en mente para que sea más seguro andar por ahí sin que nos violen? —Preguntó. Automáticamente, después de esas palabras, el silencio los invadió.

—Pues, yo pensaba en ir por la carretera principal así pues podríamos encontrar a alguien que nos diera un aventón —Contesto Ángel sin demasiada confianza.

—Obviamente, si queremos llegar nuestros destinos esa es la ruta a seguir, aun que si te refieres a ir justo ahora creo que sería buena idea —Admitió Ramón—. Pero la verdad dudo que nos den un aventón, hay posibilidad, pero creo todos se largaron de aquí. Yo pensé más bien en buscar un auto en algún lugar para podernos ir más eficazmente. Y bueno, creo que con el auto si estaría bien ir a la carretera.

Ángel asintió pues carecía de algún plan mejor y ambos se pusieron en marcha lo más sigiloso que pudieron. Miraban a todos lados en busca de un automóvil, que pareciera que se habían extinguido o en busca de una bestia, lo que pasara primero.

Ambos notaban el sincero sentimiento de soledad que aquel vacio vecindario brindaba, combinado con el amargo ambiente que rodeaba el cielo. Iban por una ancha calle muy descuidada, pero extensa que reforzaba el sentimiento de vacío.

—Ahora que lo pienso, no he visto ningún automóvil, solo el que este sujeto estrello... —Pensó el joven. Pero por ironía de la vida, se escucho el rechinar estrepitoso de unas llantas unos muchos metros detrás de ellos. Ambos miraron desconcertados y notaron como una enorme furgoneta familiar, de un color grisáceo casi que llegando al blanco, doblaba una esquina en la lejanía con descontrol y velocidad.

—Hey, quizá podríamos pedirles ayuda —Sugería Ángel inseguro mirando a Ramón.

— ¡Escóndete chico! —Interrumpe Ramón mientras se dirigía a intentar abrir una casa sin éxito. Ángel no entendía el por qué de esta acción, y ya estaba a punto de preguntar pero fue frenado por el llamativo rugir de una bestia, o más bien de unas bestias. Estos rugidos provenían detrás de la furgoneta. Eran en total 8 bestias, 3 volaban y 5 corrían a una velocidad descomunal tras el enorme vehículo, el cual se acercaba más y más a la posición donde estaban Ángel y Ramón, mientras también se alejaba lentamente de los demonios o por lo menos de los que corrían. Ángel entendió el por qué de esconderse, aquella furgoneta traía el mismo infierno detrás y se dirigía justo hacia ellos. ¿Alguien ordeno demonios a domicilio? (Uff este es el peor chiste hasta ahora)

Ramón y Ángel buscaban desesperadamente un lugar para así ocultarse. Para su mala suerte justo en ese momento pareciera que todas las casas estuvieran selladas. Iban puerta por puerta pero ninguna les daba paso. La muerte venia tras ellos y no podían hacer nada más que seguir buscando un lugar donde huir.

La desesperación y la angustia los apoderaba, hasta que al fin pudieron abrir una pequeña casa que serviría como su seguro de vida. Se escondieron rápidamente en esta desolada y pequeña casa, que brindaba una destacable poca iluminación, y cerraron la puerta, al lado de esta habían dos pequeñas ventanas. Ambos se agacharon cada uno en una de estas ventanas por las cuales podían, discretamente, mirar al exterior.

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⏰ Última actualización: Aug 02, 2017 ⏰

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